JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 01/11/2010

Se dice que los percusionistas sueñan con salir del fondo del escenario y ponerse en primera línea. Algunos, como el cubano David Lombardo, lo han conseguido, poniendo sus trastos donde el cantante y echando para atrás a sus compañeros. Acostumbrado también a la penumbra de la fila dos, VÍCTOR OLMEDO se ha puesto también en la primera, a su derecha, tanto monta y viceversa en esta historia MIGUEL CORRAL "CORRALITO"; y su gente, pues sueño cumplido, junto a la pared.

Corralito y Olmedo han encontrado un punto medio entre sus intereses, el uno más bien caribeños y el otro brasileños, allí en el común denominador de las cadencias templadas y ondulantes ambos han montado un cálido combo, gustoso de ver y más de escuchar. Punto en común también es la delicadeza untuosa y cercana con la que canta (¡y eso que fue batería de heavy metal!), adjetivos también aplicables a Miguel en las seis cuerdas, próximos y con retrosabor a madera. En la "sombra", nada menos que una sección rítmica de campanillas: Jaime Martínez en su vertiente más sutil, y Nicolás Medina, cuyo gomoso burbujeo grave es caro de ver fuera de los sótanos de los estudios de grabación. Mención especial merece el joven trompetista Alberto Martín (de la Potato Head Band) cuya sedosidad, sobre todo con la sordina, lustró la suavidad de lo escuchado. ¿Y qué fue? Pues material brasileño, de Jobim ('Dindi'), Djavan ('Fato Consumado'), o Lins ('Lúa Soberana'), entre otros autores, como un Ruibal arrimado muy a su gusto, supongo, hacia el oeste, con largos desarrollos jazzísticos sobre su clásico 'Parasará'. A él el habría gustado, como también, y de esto saben un rato, Rubem Dantas y Alex Oliveira, sonreían oyéndolo. Al público también.