JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 20/10/2010

FERREIRO pertenece a esa media docena de equilibristas que se mueven con soltura por el filo cortante que separan masa y calidad; para tener una vocación mayoritaria mantiene una dignidad y una independencia meritorias: hace lo que quiere y canta cómo y a lo que le place, y cuenta con la suficiente gente que le mima como para permitirse cualquier cosa: en esto recuerda a Carlos Goñi, aún más con sus llanas intervenciones de filosofía doméstica.

Para este nuevo disco contaba Ferreiro que en vez de buscar historias de andar por casa se había asomado a la ventana para observar a los transeúntes. El resultado ha sido 'Picnic extraterrestre', el disco que le traía a Granada. En este caso a la Copera aunque, y búsquense las razones en las páginas salmón de los periódicos, a varios cientos de espectadores de distancia de su lleno precedente.

Con reseñables nuevas iluminaciones, la sala ofreció al vigués el mejor escenario donde recibir, además de la taquilla, el cariñoso calorcito que le regala su gente y al que se refería el otro día en la entrevista que publicamos. Él, a cambio, sobrepasa holgadamente las dos horas de concierto y supera las dos docenas de canciones, incluyendo esa tercera tanda de bises que caracteriza el éxito absoluto.

Creció en un equipo y tiene claro que la unión funciona, y así a sus lados cabe destacar el trabajo de su hermano Amaro en una guitarra y el del hijo de su productor Suso Saiz en la otra; material humano sobrado para la arquitectura natural y sin sofisticaciones de sus canciones. En directo el antiguo pirata de la ría de Moaña se sabe querido, (lo de "oleeee tu poooolla!" coreado por casi mil personas, mayoritariamente femeninas, no es muy fino, pero debe sentar bien) y de cerca se le nota satisfecho y agradecido. Su concierto fue creciendo en participación desde 'Paraísos perdidos', con 'Toda la verdad', 'Jet lag'... las nuevas 'Cabaret' o 'Farenheit 451' para tocar techo, o cielo, en 'Ciudadano A', 'Extrema Pobreza' o 'Relamida'. Material puesto en escena con su característica voz rota, de timbre aniñado, y con esos enfáticos crescendos afectados marca de la casa que en piezas como 'Furia paranoica' terminan en catarsis ruidosa con todo el grupo aplicado en la labor. La uniformidad de la presentación la rompió junto con su hermano Amaro, a voz y guitarra, y definitivamente al final sólo ante el piano eléctrico, sin cartón ni trampa, derivando desde la pirata 'Promesas que no valen nada' (donde hacía un reconocible homenaje a 'Blade Runner') a la también bucanera 'El Equilibrio es imposible', pasando por una 'Insurrección' de El Ultimo de la Fila. Sorprendentemente indeleble en la memoria del personal camino de las dos décadas de su publicación. Un clásico, como el estatus de filibustero ascendido a Lord al que se acerca ya el almirante Iván Ferreiro.