JUAN JESÚS GARCÍA  |  Íllora (Granada), 03/08/2010

El extrovertido gaitero gallego fue el encargado cerrar en la noche del sábado la vigésima edición del festival Parapandafolk. Y lo hizo a lo grande y entre muchos, todos: Unas 2500 personas como poco llenaron a presión el recinto del festival, dispuestos a dejarse llevar por la alegría y la fuerza que siempre acompaña a este personaje, que (momento "Granadinos por el mundo") casualmente coincidió con la cantante Ángela Muro en los Chieftains, su plataforma para el mundo-mundial.

La fiesta llevaba ya rato a cargo de la Ronda de Montillejar y los murcianos de la Cuadrilla de la Cañada de la Cruz. Tres conocidos radiofonistas, Iñaki Peña, Araceli Tzigane y Juan Antonio Vázquez, hicieron las presentaciones y recordaron, como se ha hecho diariamente, a Miguel Hernández en su centenario.

CARLOS NÚÑEZ es un hombre nacido para esto, es como si fuera un gusiluz, que lleva luz propia y lo ilumina todo en o fuera del escenario. Exhibe tal entusiasmo contagioso por lo que hace que termina envenenando a todos los que le escuchan, cuando toca, cuando enfáticamente explica lo que va a tocar o, simplemente, cuenta las andanzas de su bisabuelo por Brasil o invita a subir al escenario.

Llegaba a Íllora con el material nuevo de su disco brasileño 'Alborada do Brasil', en el que se ha sumergido en la emigrada música celta que llegó a Sudamérica, y allí él se ha encontrado con forrós, choros, y con el 'Vou vivendo' del maestro Pixinguinha (¡que ha sonado dos veces en una semana, puesto que Rubem Dantas también le homenajeó en Jazz en la Costa!), logrando una mezcla realmente curiosa de sonidos interculturales que ha sido alabado hasta por los especialistas de aquel país.

Con un grupo mínimo y cierto maquillaje electrónico, se bastó con la ayuda del polifacético Pancho Álvarez (Na Lúa) en el bouzuki, de su hermano Suso en las percusiones y de la vistosa instrumentista irlandesa de nombre impronunciable (Niamh Ni Charra) en el violín, la concertina y ocasionalmente cantando por Rosalía. Equipo sobrado para mantener un buen nivel de orquestación, y por momentos lograr una gran intensidad emocional, sobre todo cuando hacían uso del enorme bombo sinfónico, en pasajes dramáticos de, por ejemplo, la banda sonora de la premiada 'Mar adentro'. Se remontó hasta su disco de debut, aquel 'A Irmandade Das Estrelas' que lo dio conocer en este país, hubo apuntes hasta de rap, arreglos de pop, tocó a Ravel y... dio la sensación de ser una esponja estilística que absorbe de todos lados y lo recicla masticado para gustar.

Nada hay que añadir al indudable virtuosismo con la gaita o la diversidad de flautas, ocarinas y todo lo que sea susceptible de ser soplado. Él se sabe carismático y con una estampa en escena arrebatadora, con esos movimientos de polichinela con hilos invisibles, encorvado hacia atrás, la vista fija en el infinito y con la pierna zapateando como un afilador. Otro de sus capítulos clásicos en directo es invitar a escena a algún músico del lugar, y en este caso el gaitero de Atroj, Juan Antonio Rodríguez, subió para acompañarle en tres piezas y en el apoteósico tercer bis final. Y si al cuarto de hora todo el respetable había dejado de serlo y perdiendo la compostura sudando con los brazos y piernas en alto, imagínese el lector/a la situación dos horas después. Es lo que tiene la música atlántica, que pica en las piernas, da sonrisa y no se nota que pasa le tiempo, pero eran las dos de la madrugada pasadas y llevaba 130 minutos soplando. Una vez criticaron a Carlos Cano que hacía pasodobles y música popular pero no se podía bailar, Núñez haría bailable hasta una marcha de semana santa.