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Coqueto, con elegancia de pasarela y fama de niño terrible, este "joven león" es un saxofonista en su punto de madurez.
Tiene nombre de presidente, y lo sería si no hubiese vivido antes Lester "Pres" Young. Lo que nadie puede discutir es que JAMES CARTER sea un fuera de serie en todo instrumento que haya que llevarse a la boca, sea actual o de museo, como relata más abajo.
La primera vez que le vimos por aquí fue en su recreación de un imaginario Ben Webster en la película 'Kansas City' que el cineasta Robert Altman rodó en 1996. Pero para entonces este saxofonista y clarinetista ya había llamado la atención de Wynton Marsalis quien le había invitado a actuar en su propio grupo y también en la Lincoln Center Jazz Orchestra, hasta el punto de que por debajo de la veintena llegó a sustituir a su hermano Brandford en la agrupación familiar. También sabían de él en el entorno menos estándar de Lester Bowie y los demás socios del Art Ensemble of Chicago, quienes de alguna manera le adoptaron, como también en aquella primera juventud formó parte de la Mingus Big Band.
Coqueto, con elegancia de pasarela internacional y fama de niño terrible, este "joven león" es un saxofonista en su punto de madurez, con un conocimiento enciclopédico del papel del saxo en la historia del jazz y muy consciente de su explosivas posibilidades técnicas. Asegura sentirse inspirado por fuentes tan distintas como la ópera china o la música de dibujos animados y, parafraseando a un colega y admirador suyo (el saxofonista Arturo Cid): "bascula entre un casi religioso respeto a la tradición del jazz y la necesidad de expresarse a través de un lenguaje moderno".
- La historia musical de Detroit es inmensa en todos los estilos, ¿se siente continuador de la estirpe?
- Detroit es mi casa, mi zona cero, donde yo nací, me crié y a donde vuelvo.
- ¿Qué recuerda de aquella infancia tan musical?
- Yo era el más chico de una familia de cinco hermanos. Mi madre tocaba el piano y el violín durante mis años de escuela, mis hermanos son músicos también, Robert tuvo éxito con su grupo Nature's Divine y la canción 'I Just Can't Control Myself' y yo, pues con apenas once años empecé con el saxo.
- ¿Con once?
- Tú no escoges el arte, sino que el arte te escoge a ti. Sí, busqué uno de segunda mano en los anuncios de la prensa y convencí a mi madre para que me diera 200 dólares para comprarlo, aunque luego fuera algo menos, y con él me ponía enfrente del espejo a hacer posturas como si diera un concierto... Todavía lo tengo y ocasionalmente lo toco.
- ¿Ser agradecido es de bien nacido? Lo digo porque usted reivindica un pasado que frecuentemente se olvida.
- Es que a la sombra de los músicos más conocidos hay muchos otros músicos en la historia del jazz que han hecho un trabajo encomiable para que nosotros podamos tocar en el Siglo XXI. Siempre he dicho, por ejemplo, que Don Byas es el Roy Eldridge del saxofón. Si Eldridge tendió el puente entre Armstrong y Gillespie, Byas hizo lo mismo entre Hawkins y Coltrane, pero no todos saben quién es.
- En ese sentido querría preguntarle por dos discos suyos, uno, 'Gardenias for Lady Day'.
- Es que desde muy pequeño yo escuchaba a Billie Holiday y Lester Young; creo que no hay nadie con semejante convicción y forma de sentir lo que se canta como ella; Billie no canta, vive lo que canta. Esa intensidad a un niño de apenas diez años le marcó para toda la vida. En casa había algún disco de sus grabaciones de finales de los años treinta y cuarenta y me recuerdo pensando en que yo de mayor quería ser algo así. Ese disco que menciona fue un agradecimiento por abrirme aquella puerta que pasé para llegar hasta hoy.
- Y el otro, 'Chasin' the Gypsy'.
- Se hizo sobre un repertorio de entre 1935 y 1945 con un tono afrancesado a modo de recuerdo para Django Reinhardt y Stephan Grappelli, incluía algunas cosas de Teddy Hill y de Cab Calloway, recuerdo. Yo grabé con el saxofón bajo en el álbum porque este instrumento se utilizó durante ese período de tiempo también. Desde el punto de vista instrumental el bajo es importante porque los años veinte fueron los años de gloria de ese instrumento.
- A eso iba, porque es un raro instrumento de su colección.
- Fue el primer saxofón que se fabricó, pero cayó en desuso. Lo tocaron Adrian Rollini, Coleman Hawkins, Rollins y Sidney Bechet. Tenía una profundidad a la que no llegaban ni la tuba ni el contrabajo.
- ¿Algún otro ejemplar insólito?
- Los extintos F Mezzo Soprano, el Onn-O-Sax o un monstruo que anda por ahí que es el saxo contrabajo.
- Creo que usted mismo se ajusta, limpia y prepara sus saxofones...
- Siempre que tengo tiempo. Aprendí sin prisa y en casa por el conocido método de prueba, equivocación y luego acierto, y a estas alturas soy un respetable técnico. Un músico establece una relación muy especial con su instrumento y yo por lo menos, recibo una satisfacción inmediata cuando accedo a sus interioridades, a esa intimidad oculta a la que sólo puedo llegar yo. ¿Otros le sacan brillo al coche, no?
- Y, ¿donde reside el secreto del saxofón?
- En su semejanza con la voz humana, algo que descubrí al escuchar los discos de Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald.
- ¿Como accedió a la banda de Marsalis?
- Wynton fue a Detroit para tocar con la sinfónica en marzo del '85 y se prestó a un encuentro con los alumnos de secundaria, escuchamos y hablamos con él, le preguntamos cosas y se divirtió tocando con la banda de jazz del instituto. Al cabo de los años, estando en mis primeras giras por Europa, contemplé en la tele del hotel un vídeo de Sting, que había reclutado a su hermano Brandford para su banda de rock, así que llamé a su representante por si estaba la plaza vacante y...
- Sin embargo, su verdadero valedor fue el "profesor" Lester Bowie ¿no?
- Sí. La única persona responsable de que estemos hablando fue Lester Bowie. Cuando murió pensé mucho en el impacto que me produjo, el tiempo que habíamos pasado juntos, y todo lo que aprendí y a las personas que conocí a través de él. Me hice profesional a su lado en Nueva York, grabé mis primeros discos en ese tiempo y toqué con mucha gente que eran auténticos héroes para un crío como yo gracias a él. Fueron once años irrepetibles. ¡Todavía me acuerdo cuando me presentó al grupo como un "Santa Claus del saxo"! Era único.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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