MARTA GONZÁLEZ  |  Vitoria, 17/07/2010

Fue la penúltima noche de la trigésimo cuarta edición del Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz. Una noche que acabaría siendo inolvidable por un cartel que difícilmente podrá repetirse. Y es que todo arrancó cuando Joe Sample y su trío ocuparon sus espacios dentro del escenario del Polideportivo de Mendizorroza una vez pasadas las nueve y media de la noche. En ese momento, Vitoria volvió a rendirse -como en otras muchas ediciones- al mejor jazz, y es que Sample, acompañado por la cantante Randy Crawford, dejó claro al público de la capital vitoriana -que llevaban un año esperando este concierto, tras la suspensión del mismo el pasado año-, que un tándem de jazz aparentemente nada convencional como el que forman Sample y Crawford puede dar como fruto auténtico soul-jazz de primera clase como el que demostraron anoche.

Crawford, ataviada con un vestido blanco macular y micro en mano, arrastró minuto a minuto al público hacia su percepción del más puro estilo vocal, hasta que hizo de sus preciosas notas algo compartido, algo prácticamente mágico y religioso. Arrancó con 'Hipping The Hop', 'X Marks The Spot', 'Gee Baby Ain't I Glod To You' y no sonó 'Street Life', pero sí se atrevió con un 'Everybody's Talking' de Nilson que dejaba al pabellón en un silencio sacro escuchando su dulce y mística voz, también en temas como 'Rio de Janeiro Blues', 'This Better Earth', 'Respect Yourself' o 'Everyday I Have The Blues', con la que se despidió. Un prodigio de voz hecha sin duda para el jazz.

Pasadas las 22:45h. arrancó el plato fuerte de la noche. La superbanda formada por Roy Haynes a la batería, Christian McBride al bajo, Kenny Garrett al saxo y Chick Corea al piano. La noche prometía jazz de primera clase y así lo demostró la FREEDOM BAND de Corea, un cuarteto duro, robusto, brillante, que dejó momentos de grandeza sobre el escenario.

Quien piense que lo que se vio anoche no sería algo inolvidable, estaba equivocado por completo. Y es que sólo había que sentir a Kenny Garrett al saxo dando absolutamente todo lo magistral que un instrumentista de su categoría puede dar. Era dinamita, era devoción, era auténticamente sentimiento. Garrett esculpía con sus dedos la teoría del nuevo jazz y dejaba su alma correr a través de su saxo por momentos. Lo suyo no es más que sabiduría bañada en virtuosismo.

Todo esto sin Christian McBride era imposible de llevar a cabo. El de Pennsylvania no daba tregua al resto de la formación que, sólida como un tren de mercancías, enfilaban un setlist -'Bud Powell', 'Psalm', 'Monk's Dream', 'We'll Be Together Again', 'Steps', 'Blue Hawk'- que afrontaban con solidez, desgarro y un virtuosismo fuera de lo común.

Corea estuvo pleno, acertado en cada una de sus notas y conduciendo magistralmente la máquina que le acompañaba. Mención especial para un Roy Haynes que conducía como un almirante con sobrepeso al cuarteto de Corea. Lo de Haynes no es más que la solidez y la maestría de quien a lo largo de más de 40 años ha sabido aportar su clase a cada una de las legendarias formaciones a las que ha pertenecido. El pabellón enloqueció cuando, tras más de 5 minutos de solo, se levantó para sentarse junto a Corea al piano mientras recibía una ovación difícilmente olvidable.

En definitiva, una noche de superbanda para enmarcar. Jazz en estado puro gracias a cuatro músicos sobresalientes que saben dejar a un lado personalismos para funcionar como un equipo unido.

Esta noche, Paco de Lucía cerrará la edición de 2010 del festival que ha vuelto a brillar y que es, sin duda alguna y desde hace ya muchos años, una cita ineludible para los amantes de la música en mayúsculas.