DANI ILLANA  |  Jaén, 12/07/2010

Penúltima noche en el Festival Jazz entre Olivos con la presencia de uno de los jazzman más reconocidos de nuestra escena nacional dentro y fuera de nuestra fronteras. XIMO TÉBAR, bien secundado por un quinteto valenciano, pero multinacional, conseguía reunir a un buen puñado de espectadores en una noche agradable bajo el cielo del Santo Reino. En la recta final de la edición de este año, la calidad se está contando por arrobas y sólo queda que Mezzoforte redondee lo que está siendo una gran edición de este festival. Será por aquello de que los artistas están cobrando, no como los del año pasado.

Pero volviendo a lo estrictamente musuical, el gran mérito de Ximo Tébar, un maestro de la guitarra, no proviene sólo de saber moverse como pez en el agua en el pantanoso terreno de la fusión, sino que es capaz de hacerlo igual de bien en registros más clásicos. Para Ximo Tébar no hay bop, no hay cool, no hay free, no hay fusión, hay jazz y este se puede hacer de dos maneras, bien o mal. Por eso sabe rodearse de los mejores músicos, por eso sabe exprimir al máximo las posibilidades de su intrumento. Junto con un quinteto que ha sabido reunir a la sombra del Instituto Valenciano de Arte Moderno, su paso por la capital del Santo Reino dejó satisfecho a profanos e iniciados. Cercano con el público, supo hacer un set de menos a más hasta acabar con el respetable en el bolsillo. Desde el principio se pudo apreciar el talento de un jazzman que ha traspasado nuestras fronteras; su pulso firme sobre el instrumento, su capacidad de extraer todo el colorido a su Gibson y su maestría como líder consiguieron llenar el ambiente de una magia muy especial.

Pero Ximo no es un músico que se sienta protagonista y sabía repartir juego como un aútentico cerebro (tipo Xavi o Xabi). Desde el minuto uno se deshizo en halagos con su banda y supo cederles el primer plano en el momento preciso. Mención especial para el trato que le dispensó a Jim Ridl, al que definía sin rubor como "más grande teclista que se pude escuchar actualamente". Quizá sea algo exagerado, pero es indudable el talento de un hombre al que, por su forma de atacar las teclas, se le nota una extensa formación clásica. Desde luego maestría, tanto en el teclado como en el sintetizador, no le faltaba. Deben ser destacados también el saxofonista cubano Jorge Roque, muy acertado en los solos, y el bajista César Giner, con una capacidad asombrosa de hacer sonar su instrumento de forma melódica, consiguiendo punteos de velocidad y precisión asombrosas. Si a esto le sumamos la voz dulce de Esther Andújar dando el matiz único que sólo puede dar una garganta femenina y al valenciano Danilo Argenti velando porque el ritmo no decayera desde la batería el resultado sólo puede ser bueno. El final del espectáculo, con una extensa y sorprendente versión de 'Pink Panther' puso al público en pie y les forzó a un largo aplauso de despedida para una banda que ha dejado algunos de los momentos más memorables de esta edición del Jazz entre Olivos.