ARTISTAS, GRUPOS...:
B.B. King | Charles Dennos | Miss in Blue | Esther González | Sybel | Pedro Andrea | Scott McKeon | Blues Fever
GÉNEROS, ESTILOS...:
SALAS, FESTIVALES...:
SELLOS, DISTRIBUIDORAS, EDITORAS, PROMOTORAS...:
Verlo dirigiendo la orquesta de ocho viejos compañeros que no son mucho más jóvenes que él, es contemplar la historia de la música popular afroamericana.
B.B. KING ha sido el protagonista en Granada de uno de los fenómenos paranormales, tema para Iker Jiménez o episodio bíblico, de los que se han vivido en esta ciudad: hace 26 años, por primavera, daba un concierto ante unos cuantos cientos de personas, aunque al cabo de los años sean muchos miles los que aseguran haber estado allí. Por cierto que en aquel milagro del blues y las entradas el telonero, Javier Más, era el guitarrista ante el que se arrodillaba Leonard Cohen hace unos pocos meses en Atarfe. El pasado fin de semana, el "rey" demostró seguir en su trono, literalmente, ya que a su edad y con su peso es costoso mantenerse de pie los 90 minutos preceptivos de un concierto, pero como se pudo comprobar en el Tabaco Blues, B.B. King, igual que tampoco el medio ectoplasma Johnny Winter hace dos años, necesita levantarse para dar conciertos inmensos. Y sí, esta vez los casi cinco millares de personas que dirán que han estado, estuvieron, y bastante apretados por cierto.
Aprovechando que el Genil pasa por Granada, hay que recordar, y más en esta fechas, que aquella actuación, como las de Wailers, John Mayall, Machito y una lista sin fin de grandes etcéteras internacionales, actuaban en Granada antes acompañando las fiestas mayores de la ciudad, oferta cultural de primera que parece ser historia, ya que ahora para el Corpus no se llega mucho más allá de unas zarzuelas y las astracanadas de Arturo Fernández. Más "retroback" imposible.
Este año el Tabaco ha optado, tan arriesgada como razonablemente por el aire libre, dejando empacada la carpa que se fue instalando en diversos puntos de Vegas de Genil en años anteriores. Como siempre la organización estableció una red de indicaciones infinitamente superior a la oficial: ¿sabían ustedes que se puede acceder a ese municipio desde la rotonda del Hipercor? Pues sí, gracias al Tabaco los ciudadanos lo hemos conocido ya que nadie se había molestado en indicarlo antes.
El fresquito ayudó a que el buen ambiente cundiera en el Tabaco, que es un festival "generacional", pongamos que para un público de entre ventitantos y cincuentaypocos que normalmente no tiene mucha oferta musical, y que hasta utiliza esta muestra para reivindicarse: "¡los maduritos interesantes también existimos!", aseguraba con buen humor un tipo más o menos centrado en el perfil del "target". Y, sí, efectivamente, como se trata de la generación en el "poder", numerosos políticos de diversos rangos y condiciones (casi: los otros, obviamente estaban en la zarzuela o en el coro rociero que actuaba a la misma hora), dejándose ver "de civil" y muy descorbatados para la ocasión, agitando como todos el talón al ritmo que marcaba Lucille.
Hubiera estado bien comenzar el festival con alguien de casa, "algo pequeñito" si se quiere, pero nuestro y de nivel, fuese un Mississippi Martínez, Antonio Molina o Joaquín Sánchez, o los tres juntos y que tiemblen los que vengan detrás. Pero fuera de cartel lo hicieron los madrileños de Miss in Blue, la marca de la cantante Esther González (Sybel, en la música comercial) y el estupendo guitarrista Pedro Andrea, premio internacional Guitar Player Magazine y alimenticio brazo derecho de numerosos personajes del circuito Cuarenta; una banda al servicio espectacular de Andrea y con el frescor de la voz, más rosada que tinta, de Esther. Tras esta intro sin anunciar entramos en materia de importación: blanco y joven, pero con un ataque duro, Scott McKeon fue el nombre a retener anoche. Si su voz suena a "blues de ojos azules" acorde con su edad y muy equidistante al crepuscular graznido batracio del "rey", su guitarra, una "estrato" envejecida a la piedra, es de las que se tiran al cuello como la Lazer del enclenque Winter, con quien acaba de hacer gira. Lo mejor del chaval, sus robustos desarrollos filo progresivos a lo Cream; lo peor, la liviandad pop de otros temas. Lo de aplausos merecidos es un tópico, pero algunos se lo merecen más que otros, y McKeon es de los primeros.
Todavía descomprimiendo tímpanos asomó rápido (incluso, más de la cuenta, tanto que la mesa estaba bloqueada y no sonó) la orquesta de B.B. King, al viejo estilo, informales y descamisados pero enormes en lo suyo (impresionante el guitarrista Charles Dennos), y tras un par de ruedas casi de reconocimiento del terreno, introdujeron al maestro como mandan los cánones: "¡¡¡¡Ladies & gentlemen, from Mississippi... Mr. B.B. King!!!". Y ahí estaba: orondo, abuelo (50 veces por cierto), bonachón, agradecido, sin su habitual chaqueta de lentejuelas (que debe guardar para las grandes ocasiones, o para el invierno) y abrazando su tradicional Gibson de caja negra, con el nombre, Lucille, incrustado en nácar en el clavijero. El público aplaudió la salida del "Rey" que respondió con la primera de las muchas y grandes sonrisas que regaló, mientras lanzaba púas (tampoco muchas, que la crisis es para todos) al público, y así, tras saludar con su característico gesto de las manos cruzadas en el pecho, dio comenzó su participación en el concierto, basado en ese potente y lujoso sonido de casino, brillante de metales bruñidos, humor y felicidad, escrita eso sí con 'b' de ritmo y blues.
Verlo dirigiendo la orquesta de ocho viejos compañeros que no son mucho más jóvenes que él, es contemplar la historia de la música popular afroamericana, estampa contenta por seguir ahí/aquí: gesticulante, inflando y balanceando los mofletes al compás de sus punteos, que sí, que no son los de antes, incluso se equivoca, pero "ni falta que importa", porque aunque hay menos notas en sus gordos dedos siguen igual de afiladas; a fin de cuentas B.B. King siempre optó más por la contención intencionada que por el fallero ametrallamiento digital.
Hace 26 años un crítico escribía que su concierto era como montarse en un carrusel, de los clásicos, de los de focas con bola en la boca que subía y bajaba sin parar. Y lo ratifico, su actuación es un continuo vaivén, apoyando los temas unos en otros, aprovechando las inercias para que los lentos lo sean de vértigo y los rápidos troten más sueltos; y cuando Lucille habla, como en la copla de Carlos Puebla, "manda parar": hay algo de sentirse brocheta en vivo cuando el "rey" sostiene una nota retorciendo el morro y la percibe uno atravesado la tripa junto con la de un centenar de compañero/as del pinchito en fila. Vuelta y vuelta maestro.
Aunque lleva haciendo la "gira de despedida" desde hace cuatro años, el festival de música Mawazine de Rabat y el cumpleaños de Mandela han sido las últimas excusas para que estos nueve pesos pesados hagan en el viejo mundo lo que mejor saben hacer: tocar. También visitar casinos, pero ésta es otra historia. Esa complicidad de décadas que crea haber estado años y años a dieta de 300 presentaciones por temporada es algo excepcional; como las ganas de agradar, que ya lo dijo el rey: "a peor tiempo más razón para bailar", y si es el 'Rock my baby', mucho mejor para olvidarse de Standard & Poor's y demás buitres financieros. Por cierto, esa se la dedicó a los varones allí presentes, que para ellas tuvo explícitos besos entre los estribillos de 'You are my sunshine', ése es B.B. King, genio y figura. "B.B. King, the King of Blues!¡B.B. King, the King of Blues!" le despidieron sus compañeros. El rey vive... ¡Que viva el rey!
Tras, probablemente el último concierto que el gran B.B. King dé por estas latitudes, el grupo Blues Fever fue el encargado del "after" del festival hasta la madrugada; por cierto... el año que viene en el Tabaco no se podrá fumar. Eso sí que es un buen blues.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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