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La expectación era grande y así lo demostraban los cientos de personas que llenaban la madrileña sala de la calle Jardines y que obligaron a colgar el cartel de "no hay entradas", para decepción de los numerosos rezagados.
No podría haber mejor escenario para presentar uno de los mejores discos en lo que llevamos de año. Estamos hablando de 'A la hora del sol', de los sevillanos MAGA. El escenario, la sala Sol de Madrid, por supuesto. La expectación era grande y así lo demostraban los cientos de personas que llenaban la madrileña sala de la calle Jardines y que obligaron a colgar el cartel de "no hay entradas", para decepción de los numerosos rezagados de pasmada mirada y hiel rezumante.
Una versión libre y en castellano del clásico 'Just like a woman' de Bob Dylan, que el telonero de la noche ofreció a un público, centrado en Maga y para nada interesado en el acústico cantautor, sirvió de antesala para la salida a escena del cuarteto. El júbilo y el alborozo estallaron cuando de la guitarra de Miguel Rivera salieron los primeros acordes de 'Una piel de astracán', y bajo el multitudinario coro "Maga", los andaluces se metieron en el bolsillo a toda la congregación. A partir de ese momento, las cosas irían rodadas para los sevillanos y su altamente emotivo indie pop. Inmediatamente comenzó el repaso de su nuevo disco, con 'Hasta despertar', que igualmente, ante el asombro del vocalista, fue coreada por toda la sala. Una sonrisa colectiva se apoderó del Sol y se iba haciendo más amplia a medida que se sucedían las canciones, unas canciones excelentemente compuestas y meditadas, armónicamente dulces pero de desgarrados y disonantes riffs; apoyadas por una batería y un bajo compactos y acolchonadas por unas teclas siempre bien ubicadas. La voz de Miguel Rivera cambiaba de registro continuamente, ora grave, ora aguda, melosa, susurrante, cadenciosa. Y... ¡qué letras! Jamás me consideré un fanático de la literatura de las canciones, más bien un apasionado de la base musical que acompaña a sus letras, condenando al lirismo de las mismas al ostracismo en la mayoría de los casos; pero con Maga tengo que hacer una excepción. Y es que sus letras tienen algo tan especial, que no puedo ignorarlas. Sus frases fueron capaces de abstraerme de la música para centrar mi atención sobre melancólicos pasajes como "Mientras su madre se quemaba al sol, el niño alérgico a la sal miraba al mar..." que se entremezclaban con la sátira semanasantera en "Yo no quiero vivir en la ciudad más triste, que llora por afición...", con el romanticismo más dulce de "y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses, y contábamos el tiempo en latidos" e, incluso, con el optimismo y la confianza de "mientras siga vivo, no podréis conmigo, mientras siga vivo, soy el rey del mundo". Fantásticas letras las de Maga.
Tras un completo repaso al último lp en el que intercalaron temas antiguos como 'Medusa' (con la incorporación sorpresa de Juan Aguirre, de Amaral), 'Diecinueve' o 'Un lugar encendido', llegaron los bises, centraros en anteriores trabajos. Una versión acústica de 'Astrolabios' llevó al éxtasis a los asistentes, que se olían el final del concierto y no querían desperdiciar lo poco que les quedaba. Tras ella, 'Despide' y 'Piedraluna' pusieron el colofón a una gran noche: una noche de guitarras, literatura y sonrisas; y de bailes, y de invocaciones a los mares y al tiempo. Y es precisamente esto lo que Maga tiene por delante: tiempo, mucho tiempo para seguir escribiendo fantásticas canciones y para que yo, que las escucho y las leo, siga disfrutando con ellas.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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