JUANMA CANTOS  |  Madrid, 22/05/2010

Noche de miércoles en la sala Nasti de Madrid con un concierto compartido por tres propuestas bien diferentes. Noche perfecta, como tantas otras, para comprobar que bajo el suelo madrileño se cuecen muy distintas e interesantes músicas, desde el hardcore más intenso al surf más oscuro.

GONE WITH THE PAIN abrieron la noche y, no podía ser de otro modo, ya el primer guitarrazo fue como un auténtico balazo directo a las cabezas de los presentes. Su screamo impactante se basa en una implacable base rítmica sobre la que se asienta una guitarra que es como un martillo que te golpea durante todo el concierto. Son uno de los grupos más veteranos del estilo y demuestran solvencia en sus bolos.

Tras ellos, cambio radical "de tercio" y salida a escena del rock glamouroso y elaborado del dúo (batería y guitarra/bajo) MAYA. Como una especie de cruce bastardo entre unos New Order desprovistos de electrónica, unos Bauhaus sin vena siniestra, unos Placebo más contenidos y unos Jesus & Mary Chain dando tregua a las distorsiones, el dúo mostró un interesante repertorio que brilló por momentos en temas como 'Candy'. Ciertamente, su música engancha y tiene visos de convertirse en una de las nuevas avanzadillas revisionistas de sonidos noise noventeros, pasados por un tamiz glam de los setenta.

Al dúo SOGORDA Y SURFEA (en la foto) le tocó cerrar el concierto y sufrir las premuras de los retrasos acumulados. Su surf instrumental, oscuro y pantanoso, altamente adictivo, no se pudo mostrar en toda su intensidad como en ocasiones precedentes, debido a problemas técnicos y, sobre todo, a lo corto que se nos hizo su concierto, que tuvo que ser reducido en su extensión cuando la guitarra de Fofo Sáenz y la batería de Manu Vega comenzaban a entonarse de verdad. Pese a ello, mostraron nuevamente que son una de las propuestas más interesantes que han surgido en los últimos tiempos dentro de la escena underground madrileña. Su bagaje en anteriores bandas jiennenses como The New Funk Project y Good Shit, de un funk evidente y de escuela, se transforma ahora en un surf árido, como salido de una historia de noches oscuras en carreteras desiertas.