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Fuerza Nueva, la banda formada por Los Planetas y Niño de Elche, llenó anoche la sala Industrial Copera de Granada. Space-rock aflamencado que sugiere a unos Triana en Pompeya enronquecidos por Morente. El 24 de enero estarán en directo en la sala La Riviera de Madrid.
El tiempo pasa y, acudiendo a una vieja frase hecha de nuestros mayores, "ya nada es como antes". La polvareda provocadora que ha levantado esta "unión temporal de empresas" se puede entender en la distancia generacional frente a unos tópicos pretéritos que se mantienen por la inercia ¿del miedo aún? Por edad los miembros de este equipo de demolición no han tenido mucho contacto con las hordas que Blas Piñar echaba a la calle para apalear a los "enemigos de la Patria", por más que aprovechen una iconografía que todavía asusta. Ni ellos ni el público que acudió y llenó la Copera sintió un buen batazo en la espalda ni cantó el 'Cara al sol' en los bares de la Calderería, por ejemplo. Estampas de un pasado que, aligeradas, no imponen su dramatismo, entre otras cosas porque ya (afortunadamente espero), no se viven.
Son absolutamente libres para acudir a totémicos y estremecedores himnos desengrasándolos de ideología y quedándose en las formas, que deshuesadas de intencionalidad militante enseñan que pueden ser apreciables en sí mismas: a fin de cuentas el 'Lili Marleen' lo cantaban todos los bandos que se iban a matar al día siguiente, y los peleones mineros "pegadores" asturianos, encargados de las voladuras ¡tenían la misma patrona que los militares que los bombardeaban! Claro que con el 'Horst Wessel Lied', por más que se aprendiera en la primaria española, no hay quién se atreva, con o sin explicación previa.
Un punto de partida contradictorio y pantanoso para releer nuestra historia reciente que ha dado aire a este proyecto, cuyo argumentario muy extenso, sólido como un blindado, justifica este desacomplejado espíritu dinamitero a 360º. Sin olvidar el componente irónico y tocapelotas de utilizar fechas muy señaladas para soltar sus cargas de profundidad. Si se piensa que las banderas son trapos emocionales, los himnos se pueden entender desde la misma óptica, y ciertamente los hay de colores muy hermosos.
El Niño de Elche, con su rugido primitivo y libertario, inyecta en escena su energía atávica, telúrica (¡y lo hace en tierra de terremotos diarios!), poniendo en negrita los destacados en el ruido salmódico y muy organizado del resto del grupo, o sea de Los Planetas; añadiendo palpitante carnalidad a la artificialidad instrumental de los sonidos contemporáneos como ya lo hizo antes con los agrestes Toundra.
En directo la parte Planeta es la que manda en el cuadro sonoro, organizando su habitual aquelarre humeante a base de perezosos mantones de sonido, siempre insistentes y crecientes hasta el climax final, mientras que la rotunda percusión añade la puntuación, los acentos y la toma de tierra. Una suerte de celebración altisonante, muy levemente ondulante, siempre intensa hasta la zona roja, en la que el solista invitado desde un púlpito imaginario convierte la masa sonora en una, digamos, misa flamenca de comunión psicotrópica obligatoria, por más que el sostén de partida sea el paganismo total, social, político y vital. Space-rock aflamencado que sugiere a unos Triana en Pompeya enronquecidos por el Morente (presente en 'Tendrá que haber un camino') que abrió todas estas puertas al campo infinito, en la misma medida que un Miles Davis lo hizo para el Jazz.
Efectivamente, ya nada es como antes. Ni siquiera el chapiri del Niño de Elche. Por suerte.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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