JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 23/07/2019

La música popular, como tantas otras manifestaciones de la creatividad humana, surge a ras de suelo, muy lejos de los palacios y grandes auditorios, reales o no, a los que luego puede ascender (o tampoco). El jazz lo hizo así, si bien ya es materia de estudio académico y ocupa los escenarios de mayor prestigio del planeta. De alguna manera, el concierto que dio CHRISTIAN McBRIDE en Jazz en la Costa volvía a aquellos inicios del jazz, a la calle... aunque ahora la BSO del barrio es muy distinta a la de entonces en Louisiana. El fantástico bajista (con decir que suena en más de 200 discos está todo dicho) McBride se ha hecho rodear de un solvente equipo de músicos y DJs para envolver de ritmos urbanos apreciables clásicos del jazz. De vivir, probablemente Miles Davis ya lo hubiera hecho.

Ni siquiera las disruptivas "motillos" a escape libre que irrespetuosamente pasaban al lado del escenario en días anteriores aquí molestaban, es más, ambientaban y formaron parte del aglomerado citadino que sonaba. Hay a quien un Dj espanta con sus ritmos cansinos e infinitos; también quien piensa en ellos y sus manipulaciones rítmicas y ruidofonías con vinilos que son el signo de los tiempos, lo cierto es que, como experiencia, la idea (que tantos otros ya ponen en práctica, entre ellos nuestro DJ Toner) es apreciable, por más que ya en faena, a más de una pieza le sobrara un buen tramo, porque la repetición obsesiva es el mayor pecado mortal para la religión del improvisador jazzista.

Tras una introducción por parte de los Djs (eran dos) fueron uno a uno saliendo y ya cuando McBride asomó atacaron una sorprendente 'Night in Tunisia' que hubiera hecho sonreír a Gillespie por su sabrosura y diferencia. Por noches así se justifica que cobren los Intérpretes y Ejecutantes (AIE) más que los autores (SGAE), ya que lo oído fue una construcción nueva y distinta de lo ya escuchado una y mil veces: pongamos por otro ejemplo el mix ente el celebérrimo 'Summertime' y 'Red Clay' (de F. Hubbard) que, aunque lo anunciaron, resultó una tercera pieza ¡viva y sin la firma de Mary Shelley!

La parte de tracción manual correspondió a la multi instrumentista Patrice Rushen (ojo con ella, que ha estado con Wayne Shorter y los Jacksons, tiene un Grammy, y es material habitual de sampleo), que fuese con el piano eléctrico (muy Deodato), sinte o piano enmarcaba junto al tenorista Ron Blake el color del concierto. En el centro, la ya conocida Alyson Williams ejerció de portavoz con su arrebatado timbre soul (a veces recordaba a Tina Turner), también semirapeando las letras e improvisando muy rítmicamente. Y para todo lo demás: McBride, en eléctrico y acústico; tocado con una gorra "adhoc", fue el corazón (sonrisa) y alma de este curioso experimento, y cuando cogía el bajo, "mandaba a parar" que dice el viejo Son.

De cómo pudo haber sido ese concierto baste citar el exquisito 'In a sentimental mood' que hicieron, sin ningún añadido impostado. De todo lo contrario el 'It don't Mean a thing' que concluyó en un mantra excesivo involucrando al público hasta el agotamiento. Ni que decir que cuando mencionaron a James Brown el público ya estaba de pie, y no precisamente quieto en honor al "Funky drummer"... ¡que, paradójicamente es lo único que no había! Ellos se lo pasaron en grande tocando, el público también bailando. ¿Alguien puede pedir más?