JUANMA CANTOS  |  Madrid, 16/11/2018

Los críticos musicales estamos, quizá demasiado a menudo, mal acostumbrados (yo el primero, para qué negarlo) a usar epítetos como "magnífico", "excelente", "perfecto", "mágico" o similares a la hora de escribir sobre conciertos que, si bien son de gran entidad, no alcanzan, siendo precisos, tal nivel. Así que, porque la cita lo mereció con creces, permítanme que abuse del tópico y defina con estos cuatro adjetivos el concierto de RON CARTER FOURSIGHT que vivimos el pasado lunes en la Sala Clamores de Madrid, dentro de las actividades de la actual edición del Festival Jazzmadrid.

Antes de entrar en materia me gustaría destacar la gran apuesta de esta sala madrileña, especialmente durante este mes de noviembre (en el que se están volcando, literalmente), por traer "primeros espadas" mundiales a su escenario; baste señalar el nombre del protagonista de esta crónica o los de John Scofield, Bill Evans, Matthew Whitaker, Sheila Jordan, Charles McPherson, Yellowjackets o Richard Bona, que también han desfilado o desfilarán próximamente por el sótano de la calle Alburquerque 14 de Madrid. Gracias por la música.

Y es que únicamente tres piezas, a cual interpretada con más elegancia, finura y magestuosidad, sirvieron al veterano contrabajista Ron Carter (81 primaveras le contemplan) para sentar cátedra y dejar una auténtica "masterclass" de sobriedad y elegancia.

Arrancó el primero de los dos pases de la noche (dos llenazos, como no podía ser de otro modo a pesar de ser lunes) trayendo a su terreno el 'Seven Steps to Heaven' de Miles Davis, con extraordinaria delicadeza, incluidos los guiños al pasodoble, a la bossa nova y "lo latino" (con fraseos del 'West Side Story' incluidos) para envolvernos en una preciosa y larguísima maraña en la que, buscando la expresividad de los agudos y cediendo espacios para los solos de todos sus músicos (los más que solventes Jimmy Green al saxo tenor, Payton Crossley a la batería y Renee Rosner al piano), nos llevó de un planteamiento cool inicial al puro bop final, coronado con el impactante silencio del público en el vibrante y larguísimo solo final en el que acometió la melodía de 'You are my sunshine'. Sublime.

Prosiguió deconstruyendo una imperial 'My funny Valentine' junto a su pianista, muy académica y de aires muy clásicos en esta pieza, quien otorgó amplitud, aromas a lo Debussy y dejó todo marcado para la expansión del solo final, cerrado por Carter, tras nuevas muestras de contención de saxo y batería, con reminiscencias de 'A love supreme'.

La inolvidable noche, en su primer pase, se cerró con 'You and the night and the music', caminando entre la balada, el puro y bailable swing y el bebop. Aparte del empaque de la pianista, mención especial al finísimo y comedido baterista, que firmó su mejor solo en este tema que en su día grabaran grandes como Chet Baker o Bill Evans.

Noche para el recuerdo con uno de los grandes del jazz de todos los tiempos, en, este sin dudas, un concierto "magnífico", "excelente", "perfecto" y "mágico".

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