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Asentado ya en la escena europea por la originalidad de su propuesta, con aires de fado, de chanson, de bossa... el cantante y guitarrista italiano Joe Barbieri actuaba en el Festival de Jazz de Granada, en el único concierto en España de la gira de su álbum 'Origami'. Crónica de Juan Jesús García.
Alessandro Baricco puso en boca de su protagonista, el pianista oceánico, la frase "si no sabes lo que estás tocando, estás trocando jazz". Así que ampliando los márgenes del concepto, y sin llegar a las proporciones del mítico festival de Montreux, donde igual actúa Stanley Clarke como aquí, pero también Yes o Deep Purple, el de Granada introduce nombres que, como el del napolitano JOE BARBIERI, se acercan al jazz lateralmente.
Prácticamente desconocido el italiano, llego a Granada en su única fecha española. Por raro que parezca no hay mucho transvase entre Italia y España, así auténticas estrellas allí apenas tienen repercusión aquí, y viceversa. Barbieri está muy asentado en la escena europea, y ahora viene con sus emociones débiles dispuesto a, básicamente, seducir. Aquí encontró en la penumbra musical y lumínica del Teatro Isabel la Católica el entorno perfecto para celebrar la fuerza de "la fragilidad y la belleza", como él mismo dijo, invitando a un "buen concierto". Y debió serlo porque al final le aplaudieron generosamente.
Con una sonoridad estereotipadamente jazzística, contrabajo, chelo aportando su untuoso sabor a madera, una batería con escobillas y apenas el pianista con espacio por delante, Barbieri es formalmente un cantautor que ambienta con extremado refinamiento y delicadeza sus composiciones. Básicamente las de 'Origami', el disco que está tocando con los mismos músicos que lo registraron. Lo curioso de este autor, que canta en italiano, es que la templanza de sus intenciones, arrullante siempre, propicia una mullida situación de confort emocional en las que sus palabras se confunden y resuenan en portugués, francés o un castellano delicado como el de Drexler, por cierto gran amigo suyo. Hay aires de fado, de chanson, muchas de bossa... en sus canciones, levente dibujadas por el chelista en ocasiones y dejando al pianista (también con la naïf melódica) Antonio Fresa el porcentaje de improvisación para poder hablar de la característica fundamental del jazz.
De una amabilidad y un respeto por el público no muy frecuente, el napolitano ayudó con sus educadas palabras el primer encuentro con sus canciones, ninguna más altisonante que otra, y propensas a la intimidad más delicada, canciones con pliegues suaves como las creaciones de papel que le han inspirado su 'Origami'. Canciones orgánicas y que fueron calando como la lluvia fina en la audiencia, hasta terminar completamente empapados de su amorosa sensibilidad. Un remanso de paz entre la brillantez decibélica de la banda de Bill Evans y la apisonadora del patriarca Stanley Clarke.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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