JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 07/11/2018

Tras el "hipoaullidohuracanado" de James Carter, la diva brasileña ELIANE ELIAS resultó un regalo de swing y saudade para los oídos del público que llenó el Teatro Isabel la Católica para su concierto. Concierto "inaugural" del festival según dijo, algo despistada obviamente entre tanto avión.

El concierto estaba anunciado como de presentación de su versión jazzística del musical 'El Hombre de la Mancha', disco retardado 25 años, y que se ha publicado con ella en la portada tocada por un clavel reventón. Pero no hay nada manchego en ese disco más allá del nombre casi, ni hubo del disco nada en el concierto después de la pieza inicial dedicada a doña Dulcinea del Toboso. Acto seguido nos fuimos al Brasil que ella lleva difundiendo en sus penúltimos trabajos, y que en este invierno anticipado sienta muy bien por su amable calidez.

Eliane esta vez vino solamente acompañada por su marido, el contrabajista Marc Johnson, dando cuerpo y romanticismo con intervenciones muy emotivas, como su versión del milesiano 'Nardis', y absolutamente enamorable ya al final del concierto con el arco. Johnson estuvo en el trío final del pianista Bill Evans (no confundir con el saxofonista del mismo nombre que actúa hoy miércoles) y Evans, como reconoció la pianista brasileña, es una de sus grandes influencias, dedicándole una adaptación suya: 'Show-Type Tune'. Con el 'Emily' y su marcial 'Sweet Georgia Fame' casi lo único de la noche que no se remitió al "brasilian song book", donde la paulistana se sabe voluptuosamente arrebatadora.

Antes de sentarse a tocar se bajó de sus altísimos tacones para pisar descalza los pedales del piano. Y ya ante el teclado, Eliane es puro jazz en sus acercamientos a bossa y samba; su capacidad para llevar el ritmo con la mano izquierda y las melodías con la derecha es sencillamente asombrosa, con rotundidad, cuerpo y viveza. Y en años recientes su faceta como cantante se ha convertido en un añadido vital en sus conciertos, sobre todo en los dedicados al cancionero de su tierra. Aquí, en un esforzado y digno de agradecer "portuñol", incluso explicó el porqué de algunas de las piezas que tocó y cantó, con esa sensual y suave aspereza que se le supone a este repertorio desde que Astrud Gilberto, con y sin Stan Getz, lo introdujera en las casas de medio mundo poniendo banda sonora al fútbol de la canarinha. 'Vosé', 'Acuarela do Brasil', 'Desafinado' o 'So danço samba' son estándares, casi turísticos ya, del imaginario brasileño, que ella comparte con el público, y que, animado incluso, corea alguna de sus partes siempre. Material muy sensible, que formateado con la penumbra del piano y el dulce sabor a madera del contrabajo garantizó una noche muy placentera. Si le quedaban fuerzas en las manos, desde luego las agotó firmando discos al cierre.