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Cécile McLorin Salvant hipnotizó al público del festival Jazz en la Costa. Tiene una gran amplitud de rango, y la articulación, la claridad y el poder del mejor de los cantantes, como también la frescura de la juventud y un punto de travesura. Una ''delicatessen'' que fue escuchada con fervor y silencio sólido. Nos narra su concierto Juan Jesús García.
La cantante estadounidense, pero de sangre haitiana y francesa por sus venas, se ha convertido en apenas cinco años en una figura de talla mundial cuya fama de ganadora de premios Grammys la precede. Señalada como sucesora del repóker de grandes damas del canto-jazz (Ella Fitzgerald, Betty Carter, Carmen McRae, Sarah Vaughan y Billie Holiday), sin llegar a los 30 años y con toda la vida artística por delante, CÉCILE McLORIN SALVANT asume ese legado con personalidad propia, una juvenil naturalidad y el apoyo entusiasta de quien la escucha. Como sucedió en El Majuelo con una ovación de casi tres minutos con el público en pie que la obligó a regalar un bis. Estuvo en Jazz en la Costa, una y no más, porque en breve no tendrán los festivales granadinos presupuesto para poder volver a contratarla.
Tiene una voz privilegiada, trabajada con rigor y con tanto respeto como iconoclasia hacia la tradición, donde hurga buscando canciones perdidas para dar alas a un repertorio considerado obsoleto que se nutre en su mayor parte de oscuros y olvidados musicales de cuando el mundo era en blanco y negro.
De una dicción impecable en cada uno de los tres idiomas que cantó, no solo ofrece su variedad de registros en cada nota o en cada fraseo, sino también en sus nutrientes culturales: en su garganta y en su interpretación hay jazz, blues o góspel, pero también ópera, música de cine, cabaret y mucha comedia musical. Hay tanta Europa como América, porque se formó como cantante en Francia. Trayecto vital común a un personaje como Joséphine Baker, que no le queda lejos a su filosofía.
Citó a Boris Vian y James Joyce, a los que incorpora en sus letras, que suele retocar, como sucedió en el tradicional 'John Henry', homenaje a un trabajador forzado afroamericano que han cantado desde Woody Guthrie a Springsteen con otra redacción, y que parece sacado de 'El Color Púrpura' con su agónico "Dame un vaso de agua fresca antes de morir". Entonada solo con el acompañamiento del bajista fue (también con 'Fog') el no va más emotivo de una noche intensa en ese plano. Y noche de película, ya que buena parte de su material se puede encontrar en cintas y musicales retro como 'Sigamos la flota', 'Repertorio de verano', 'Sabrina' o 'Red Hot & Blue', interpretadas originalmente por Judy Garland, Barbra Streisand o Ella Fitgerald ('Ridin' high' y 'And through the night', por ejemplo).
En el escenario hubo una complicidad de club entre los cuatro, sin un cancionero estándar aparentemente preparado de gira. Comentaban y se hacían apuntes o bromas en el arranque de muchos temas, casi siempre con una sonrisa. Y es que el humor es un elemento importante de esta cantante, que domina a la perfección su instrumento y juega con él. Es muy teatral y gusta de vivir más que cantar lo que interpreta, a veces con desconcertantes quiebros que van desde un fraseo casi infantil a otro grave y poderoso, como si fueran varias en una, que de alguna manera sucede. Tiene una gran amplitud de rango, y la articulación, la claridad y el poder del mejor de los cantantes, como también la frescura de la juventud y un punto de travesura.
En ese ambiente de cercanía, compañerismo y fascinación, a pocos metros del escenario esta mujer no seduce, hipnotiza, y emociona hasta el llanto (que lo hubo, y bastante). A más distancia, real o vital, un blues como el 'Black Brown & White' (de B.B. Broonzy, con su potente mensaje antirracista: "si fueras blanco perfecto, si fueras moreno podrías quedarte, pero si eres negro vete") afilió a los necesitaban más ritmo para ser abducidos. Y ya todos se rindieron ante un 'Gracias a la vida' impoluto, de los de dan frío en la base del cuello. Una "delicatessen" que fue escuchada con fervor y silencio sólido. Antes de que una estruendosa ovación refrendara entre la audiencia de Jazz en la Costa la opinión de Wynton Marsalis: "ha nacido una superestrella"; fugaz, porque lamentablemente no volverá.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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