VALLE  |  Madrid, 25/06/2018

Mi perro, Cobalto, me olía cuando yo aún estaba en el ascensor, me esperaba en la puerta para echarme las patas y, aunque llevara solo media hora sin verme, su festiva acogida tenía siempre la misma intensidad. Cuando paseábamos de noche y percibía algún peligro porque había jóvenes bebiendo o motoristas probando motores, Cobalto dejaba de olisquear y, levantando su cara, se situaba medio metro por delante de mí para protegerme. Pesaba 4 kilillos pero, si había que defenderme, él se creía un león. Le gustaba dormir en mis piernas, era capaz de sentir mi preocupación por algo y, entonces, lamía mis manos. Nadie ha estado tan pendiente de mí, nadie me ha demostrado un amor tan incondicional, nadie me ha dado tanto recibiendo tan poco.

En muchas cosas, el ser humano debería aprender del canino y pienso que, en el terreno musical, en ese proceso ya están, sin duda, los CUATRO PERROS. Cuatro Perros actuó el pasado día 3 en la sala Clamores de Madrid con la actitud canina de darlo todo entregándose incondicionalmente al respetable. Empezaron interpretando una estupenda versión del Dr. John, 'Witchy Red', que daba pistas del aquelárrico repertorio que nos iban a ofrecer. A continuación, el gran cuarteto daba muestras de su especialización en el blues más esclavo con canciones como 'Y comenzó por el final' y 'Alma en casa de empeños' (con una inquietante y magnífica letra sobre el problema de los desahucios) en las que Jimmi Castro nos demostraba por qué es uno de los mejores baterías en estos estilos negros incluyendo el Jazz, Alejandro Ollero hacía brillar su impecable contrabajo, Miguel Barón de Gibson nos deleitaba con su slide y el showman Al Varone nos asombraba con su potentísima y genuina voz grave cantando muy alejado del micrófono. Después, Cuatro Perros nos actualizaba un clásico de blues bopper, el 'You'll be mine' de Howlin' Wolf para luego volver a lo esotérico con un fascinante vals llamado 'El Brebaje'. El blues invadió la sala cuando Al Varone invitó a subir a las tablas al gran cantautor jiennense Antonio Hernando y, a dúo, interpretaron maravillosamente 'Viéndolas venir', una antigua canción de un grupo que no podía faltar: La Banda Sin Nombre. Y es que, así es como fueron conocidos los Cuatro Perros ya que, su sonido, su fuerza y su estilo, llamaron la atención antes incluso de que su primer proyecto tuviera nombre. Con melodía de pócima mágica y voz de genio de lámpara, pudimos disfrutar de 'Negra Hermandad' para que, seguidamente, llegara otro momento álgido de la noche con 'Boogie 7' en la que el gran Al Varone lo dio todo. Bajó del escenario pendiente de que su público se divirtiera bailando con él y enseñándonos a cantar todo tipo de divertidos y originales ritmos para terminar el tema, ya encima de las tablas, con excéntricos gritos a lo AC/DC. Inolvidable. A continuación, con mucho sentimiento, tocaron 'Fuego es hogar', una preciosa balada blues en la que destacó el solo de bajo para, después, intentar terminar un gran recital con la irónica historia amorosa de 'Lucrezia y el reverendo' en la que Cuatro Perros convirtió a todo el público congregado en un gran coro de "gospel". Ante la insistente y unánime petición del respetable, generosamente volvieron a salir para interpretar magníficamente una versión de Willie Dixon.

Cuatro Perros firmó un enorme espectáculo porque cuatro musicazos, en todo momento, hicieron gala de una gran entrega incondicional hacia la música y hacia su público. Cualidades que, ahora, solo parecen caninas porque, enfrascados en acentuar lo que nos separa en lugar de lo que nos une, nos embarcamos en una guerra de géneros donde todo se desvirtúa y se falsea. Donde, en vez de acorralar a maltratadores que nunca han llegado ni llegarán a la categoría de hombre, se criminaliza a todo el género y, entonces, ocurren cosas como que una señora se pasea por los colegios para dar charlas sobre igualdad y le explica a mi hijo, a sus compañeras y a sus compañeros, que cuando un chico le dice "te quiero" a su novia, eso, sin lugar a dudas, es un micromachismo. Así que, viendo esta absurda deriva que está tomando nuestra sociedad, si esperas un amor incondicional de los que dan todo sin pedir nada a cambio, o sea, el verdadero amor, mejor compra o adopta a un perro. En el terreno musical, para encontrar esto, te recomiendo a Cuatro Perros.