VALLE  |  Madrid, 06/06/2018

A veces, cuando el fuego es demasiado extenso, el agua no puede combatirlo y solo puede ser apagado con otro fuego. Esto es algo que sabían bien todos los campesinos que, siglos atrás, apagaban los fuegos de sus bosques sin agua ni medios para trasportarla. Ellos provocaban un incendio controlado, un fuego salvador que dejaba sin oxígeno y sin combustible al fuego destructor. Precisamente fue un fuego destructor quien nos dejó sin la mayoría de las partituras del genio compositor Juan Hidalgo cuando, en 1734, ardía el Real Alcázar de Madrid. Carlos II, con la intención de que esas joyas musicales estuvieran a buen recaudo, mandó guardarlas allí para que no se perdieran pero no contaba con aquel gran incendio. Juan Hidalgo es considerado el padre de la ópera española y de la zarzuela y, junto al gran dramaturgo Calderón de la Barca, formó, en nuestro siglo de oro, uno de los mejores binomios que nos ha regalado la historia de la música. Curiosamente, los restos de Calderón también desaparecieron para siempre cuando, en 1936, fue quemada la madrileña iglesia Nuestra Señora de los Dolores en la que el gran escritor estaba enterrado.

Hoy, por fin, alguien se ha dado cuenta de que ese fuego destructor hay que combatirlo con fuego. El gran Andreas Prittwitz nos trae una original propuesta que quema pero no arde, un fuego que calienta pero no destruye. No solo no destruye sino que restituye y actualiza las maravillosas obras de nuestro siglo de oro. LOOKING BACK (mirando hacia atrás) es el proyecto en el que Prittwitz se convierte en el Indiana Jones de la música y rescata los injustamente olvidados tesoros musicales de nuestra historia. 'El siglo de oro' es el cuarto y último disco de Looking Back que fue disfrutado en directo el pasado jueves día 31 de mayo en la madrileña sala Café Central. No voy a transcribiros el curriculum de Andreas Prittwitz, uno de los mejores intérpretes de instrumentos de viento de España, porque es más largo que un domingo con la suegra, pero, en resumen, él ha tocado con los mejores, ha trabajado con los mejores y ha producido a los mejores. Por eso, no es de extrañar que, dirigiendo mientras maneja los vientos (saxofones, clarinete y flauta dulce), haya elegido para este fuego salvador a cuatro ardientes llamaradas:

Luis Fernández crea la atmósfera idónea para el fuego. Con los teclados eléctricos actualiza y da cuerpo a las canciones del siglo XVII pero, cuando toca el piano, sin duda el fuego de Looking Back crepita. Fernando Anguita sustituía en el contrabajo a Roberto Terrón. Fernando se encargó de avivar el fuego y que no decayera. Ramiro Morales es el mejor intérprete de instrumentos de cuerda del Barroco y, con la Vihuela y el Archilaúd, volvió a demostrarlo el jueves pasado. Ramiro es la pasión, es el color del fuego. Él cierra los ojos mientras toca sintiendo y haciéndonos sentir, con el vibrato de sus cuerdas, el poder hipnótico de la hoguera. Su gesto es idéntico al de los grandes guitarristas del flamenco. Ramiro Morales nació en Córdoba (Argentina). Sonriendo me dice que es cordobés pero no es andaluz. Yo, con desdén, le respondo: "eso no te lo crees ni tú".

Para que un fuego sea bello, éste debe ser impactante y poderoso. Del impacto y del poder se encarga la gran soprano Isabel Álvarez. Su voz se levanta infinita y accede fácilmente a todos los rincones de la sala, a todas las tesituras y a todos los ángulos que creíamos muertos de nuestro esqueleto sensorial. Cuando canta, ya no queda nada. Solo el fuego.

Andreas Prittwitz, además de dirigir con sus vientos a estas mágicas llamaradas del rescatador fuego de Looking Back, pone el calor. Nos arropa y nos templa pero, cuando menos te lo esperas, nos abrasa. ¿Cómo ha podido un músico sorprenderme tanto y emocionarme con una simple flauta dulce?... Otra pregunta que quedará sin respuesta.

Looking Back rescató con fuego joyas del siglo XVII que, hasta ahora, ardían bajo el destructor fuego del olvido. Brillantemente nos interpretaron piezas del mencionado Juan Hidalgo como: 'Ay que me río de amor', la zarzuela heroica 'Ícaro y Dédalo', 'Los celos hacen estrellas', 'Ay que sí, ay que no', la romántica 'La noche tenebrosa' o la juguetona 'Trompicábalas, amor'. También rescataron al compositor José Marín con 'Ojos, pues me desdeñáis' o 'No piense Menguilla ya' y al francés Lully que, con letra de Molière, compuso 'Sé que me muero de amor'. Terminaron a lo grande con una sorprendente pieza canaria anterior al siglo de oro e interpretada en guanche.

A Looking Back solo me queda decirles gracias. Gracias por deleitarnos con tanto talento. Gracias por devolvernos nuestra historia tan, muchas veces, falsamente denostada. Gracias por explorar, estudiar y, mirando hacia atrás, evolucionar viendo lo que hemos crecido. Y, sobre todo, gracias por rescatarnos y salvarnos del fuego con fuego.