ALFONSO SÁENZ  |  Madrid, 26/03/2010

Absurdo, delirante o caótico son adjetivos que suelen expresar algo negativo para la mayor parte de la gente. ROSVITA está dirigido precisamente hacia el sector opuesto de la sociedad: un sector que ama el absurdo, disfruta con el delirio y se regocija en el caos. La sala Sol de Madrid fue la elegida el pasado jueves, 18 de marzo, para la presentación de 'Grandes Tormentos', el nuevo disco del genial trío madrileño.

Antes que a Rosvita, le tocaba el turno al telonero José Antonio FAJARDO, quien, junto a su banda, fue el encargado de abrir el fuego de la noche. Éste era un fuego que no quemaba demasiado y no logró incendiar a un público que poco a poco iba llegando a la sala a sabiendas de lo que se les iba a venir encima. Tras un comienzo algo dubitativo, el intérprete y compositor canario logró hacerse con el concierto y demostró buen nivel sobre las tablas. Su folk-indie eléctrico salpicado de ranchera supo impactar sobre parte de los presentes, que aplaudieron sus últimas interpretaciones. La sorpresa de la noche corrió a cargo de María y Carlos, integrantes del grupo madrileño Tostadas, quienes, tras actuar junto a Fajardo en la última canción de su concierto, nos regalaron una maravillosa interpretación de su tema 'Melaza', que sirvió como interludio de lujo,  previo a la actuación de Rosvita.

Para hablar de Rosvita tenemos que usar otros términos. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva y ponernos cabeza abajo, hacer el pino y dejar que nuestra testa gire sobre su propio eje; que el centrifugado limpie cada rincón prejuicioso y cada triste resquicio acostumbrado de vulgaridad, y tendernos a secar al sol, en un prado junto a un tipo con paraguas y armadura. Lo que Manolo, Mané y Nacho ofrecieron aquella noche fue sencillamente una locura. Ellos han reinventado la música a su propio estilo. Sus preclaras mentes y sus rápidos dedos han conseguido dar otra vuelta de tuerca. Math rock, psycho-hardcore o progresiva son estilos que no les hacen justicia en absoluto, porque ellos son... otra cosa. Rosvita comenzó su espectáculo bajo el cántico de su batería Nacho, quien iluminado bajo la purpúrea luz admitía ante la congregación que 'No valía un penique'. Esta tonada demostró que no tienen nada que esconder y que en su corazoncito también hay sitio para el sosiego. Tras esta interpretación ya no hubo marchar atrás. Los frenéticos ritmos, los delirantes contrapuntos entre bajista, batería y teclas y los ácidos alaridos se hicieron dueños de la sala. Recordando puntualmente a Emerson, Lake y Palmer o a Ponytail, desplegaron un repertorio arrollador con el que se metieron en el bolsillo a un público totalmente entregado, un público que fue contagiado por la locura y la psicodelia de la banda madrileña. Manolo pasaba del teclado a la guitarra como el que pasa del chorizo al jamón, Nacho golpeaba furiosa y alegremente la batería y Mané le daba a su pequeño bajo el cariño y la atención que éste le exigía. Las interpretaciones de Rosvita caminaron entre su nuevo álbum 'Grandes Tormentos', con 'Sopita', 'Pálpito' o el 'Rockanrol del Macramor' y los dos anteriores, de los que destacamos las hipnóticas 'Hoy no he visto la luz' o 'Llévame a caballito'. 'Perro Mono' fue la elegida para dar fin a la velada, que fue despedida por su particular maestro de ceremonias Armadillo de Valor, quien redondeó un concierto alocado, espectacular y lisérgico. Si lo manicomios fueran empresas, ésta sería la música que sonaría en sus megafonías para que nadie sanara ni saliera de allí jamás.