JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 18/04/2018

Tras la refundación de LAGARTIJA NICK con la excusa de los cumpleaños de sus discos históricos, 'Crimen, sabotaje y creación' (curiosamente con el nombre una pieza del álbum anterior) ha significado el regreso a las grabaciones de la nómina que hiciera 'Omega'. Un disco saludado con elogios y que recuerda que hablamos de un nombre de enorme peso especifico en la música española del último cuarto de siglo, vital para entender la creación granadina, y un influyente puente entre estilos, corrientes y grupos de su época, los actuales y los de... ni se sabe, porque en Lagartija Nick no se ve nunca la otra orilla.

Si Arias se fijó en la trayectoria del sol, cada día a la misma hora a lo largo del año para bautizar una canción, 'Analema', otro analema fue el concierto de este fin de semana con esa pieza al principio, recorriendo en un larguísimo concierto de treinta temas su trayectoria propia (salvo la parte más astronómica), desde el fundacional 'Hipnosis' al todavía caliente 'El testamento del sol'.

Una sala El Tren llena completamente saludó este concierto antológico en un fin de semana triste para la cultura, porque la persecución implacable de las administraciones a la música en directo (¡¡en la denominada "Ciudad de la Música"!!) se cobró dos espacios más, y van... Penosa información que se contrarresta con la del entusiasta apoyo del público a Lagartija Nick agradeciendo el esfuerzo de la banda. Una barbaridad de grupo y de público, en calidad y cantidad.

Yendo en volandas, y a pesar de la irregularidad del sonido, tan bueno desde la mesa hacia adelante como lo contrario hacia atrás, el quinteto recordó su "mejor versión" en directo, la de las electrocutantes noches en las que más que un concierto era un trip alucinatorio de ritmo brutal y altisonancia letal, sin tregua ni para coger aire. Tanto que hasta el propio Arias pidió algún tiempo muerto al implacable Eric para poder respirar y aclararse la garganta, en medio de un intenso cardiograma de concierto que se salía de la pantalla por arriba marcando el inconfundible ritmo de caja y timbal de 'Nuevo Harlem'. Un tema que abrió la andanada extática de la noche: 'Nuevo Harlem', 'Satélite', 'La curva de las cosas', 'Universal' y 'Anfetamina'. No va más... ¿O sí?

En el Festival de Cervezas Alhambra se comprobó que la traducción acústica de este grupo no tiene mucho sentido, porque el monstruo que llevan dentro es un dinosaurio que necesita devorar los 380 voltios de la trifásica para saciarse. Sus canciones requieren del calambre y la distorsión para tener esa personalidad corajuda y hasta asfixiante que les son propias. Y más en el último cancionero, que además grita en alto contra el adocenamiento, y que engrana perfectamente con piezas de la era pre-Internet pero que ya anticipaban visionariamente la realidad vigente, o la inminente: "aquí tenéis una guerra, llega el mayor espectáculo del mundo", grita Arias en 'Teatro bajo la arena'. Un espectáculo sin necesidad de licencia de la Junta por cierto.

Ellos también habían preparado la noche a conciencia. Con la incorporación ya fija de J.J.Machuca (con Alfonso Alcalá y Zeke Olmo comodín en mil sitios) que más allá de ejercer de "señor de los ruidillos" por detrás, que también, crea una red de seguridad, un continuo de fondo que da textura y color al total. Invitado de honor, y aplaudido como tal fue José María Carrillo, de Gente del Pueblo, "el primer encarcelado por cantar, mucho antes que Valtònyc", recordó Arias, al que acompañó José Alcántara con la trompa. Y en esta revisión antológica no faltó un recuerdo a Morente con 'Ciudad si sueño', a Strummer y Lorca, por supuesto a Jesús Arias (con 'Agonía/Agonía' y 'Europa/Europa'), y sonó una 'Celeste' que dio pie a que David Fernández hiciera astillas varias baquetas contra la batería como si tuviera algo personal con ella.

Dos horas y media estuvieron en el escenario vaciándose Lagartija Nick, en una sesión que mereciera haber sido grabada para el disco en directo que aún no tienen. Un concierto que cuando acabó, tras tanta energía exhibida y requerida, dejó bajón, silencio, resaca y hasta luto.