JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 27/03/2018

El estreno del cuarteto MARGAUX, con un lleno completo en el Plantabaja, cuando apenas habían sonado algunas canciones en las redes y poco más, ya orienta sobre el optimista futuro de esta formación. Joe Strummer dijo que la industria discográfica se alimenta de caras jóvenes, diciendo sin decir que los menos jóvenes no lo tienen tan fácil. Los miembros de Margaux apuran su juventud completándola con la experiencia previa en escena, y se nota que es un grupo hecho y con las cosas claras. Nada de becarios, aficionados o recién llegados. Saben lo que quieren contar y también cómo hacerlo.

Con una voz golosa y confiable por delante, convenientemente floreada a dos e incluso tres gargantas más, las canciones suenan cercanas, impecables melódicamente y bien armadas entre un multiinstrumentista a la izquierda y una rítmica bombeando graves con pálpito cardiaco al fondo y derecha. Tienen canciones de esas ensoñadoras a medida de los festivales, otras ideales para hacer oscilar solidariamente el brazo en alto con la app de linterna del teléfono encendida; y otra parte del repertorio, quizás la más interesante porque tiene por delante mucho recorrido, en la que juguetean con la cerradura de las puertas de la percepción, chapoteando en el charco distorsionado de la psicodelia clásica con piezas como 'Luz' y 'Luciérnagas al sol', que en manos de una jam-band darían para un triple vinilo en directo.

"Las cosas grandes suceden en los sitios pequeños", comentó su cantante cuando levantó la vista y vio la sala llena hasta donde alcanzaba la vista (o la luz). En este estreno humanamente bien calentito, en una mojada noche más de la "Nueva Galicia" que vivimos, tuvieron el detalle de traerse a las Cosmotrío, el comodín clásico de todos los grupos de Granada, para mullir con la cuerda un par de temas ('Paraísos' y 'Canción fría'): "Ha sido un placer colaborar con Margaux", dijo Lorena, su violinista portavoz, que no ahorró parabienes hacia el grupo: "por su trato, por su humildad y por su buena música". Otro invitado para el destete del primer y homónimo disco -que agotaron luego a la venta- fue su productor Víctor Cabezuelo, líder de Rufus T. Firefly (y acompañante de "nuestra" Zahara) que puso su voz al servicio del final del concierto. No hubo bises aunque se los pidieron. En el contrato de la entrada figuraba la cláusula única de estreno de las canciones del cedé, y ellos cumplieron su parte. Apúrense la próxima vez porque tiene pinta la cosa de que en nada haya que verlos con prismáticos.