VALLE  |  Madrid, 08/03/2018

Está incompleto, no solo son esas las razones. Resulta que estoy leyendo que nuestro cuerpo es capaz de fabricar unas hormonas que se llaman endorfinas y que son capaces de producir felicidad durante la excitación, el consumo de alimentos picantes o el chocolate, el enamoramiento y el orgasmo. El pasado sábado día 3 de marzo mi cuerpo empezó a fabricar un montón de endorfinas (hormonas de la felicidad) y no fue por ninguna de las razones que nombra el artículo que leo. Además, pude comprobar que toda la gente que llenó la sala El Sol también sufrió esta sobredosis de endorfinas. Por lo tanto, si nos ceñimos al método científico de análisis, comprobación y experimentación, además de la excitación, consumir alimentos picantes o chocolate, enamoramiento y orgasmo, habría que añadir un concierto de DESVARIADOS.

Con mucha actitud y lleno total, Desvariados se presentaba en la sala El Sol de Madrid para despedir la gira de su disco 'Café Caimán'. Desde el primer segundo supimos que se acababan las tonterías: esto es rock. Si lo queréis con apellidos: rock and roll. Y con chulería y descaro su comienzo fue explosivo. Supimos que 'Vamos a pelear' para lo que íbamos a necesitar un 'Desayuno fuerte'. También nos mostraban su potencial en rockabilly para 'Gente inteligente' y, después de que toda la concurrencia cantara 'A flor de piel', llegó la hora de que nos anunciaran al primer invitado. Nacho Carballo, el líder de Gallos, se subía al escenario para interpretar junto a Desvariados 'El último blues sincero'. Más rockabilly y rock and roll muy torero con 'Todavía hay tiempo' y 'Coleccionista' (muy celebrada por todo el público) antes de que versionearan espléndidamente la canción 'Ojos de serpiente' de Fito y Fitipaldis. Entonces, el cantante Isma Romero, que lucía una camiseta de Desvariados, subió a las tablas para cantar junto al grupo 'El hotel de las historias'. La intensidad iba creciendo progresivamente canción a canción y acabando con patada al aire nos interpretaron 'Escúpeme' y toda la sala cantó junto a ellos 'La chica de Dylan'. Las sorpresas se iban sucediendo y el gran Ángel Vera se lució con su armónica dando más rock si cabe al tema 'Esta es para ti'.

Desvariados pretendió despedirse con 'Camina solo' haciendo un guiño final a Héroes del Silencio, pero estaba claro que el público no los iba a dejar y subieron de nuevo más explosivos que nunca para cantar su 'Mamá, me quiere matar' y 'A mil kilómetros' que, con su cantante Adri Díaz ya entre el público y subido a hombros, engancharon con el 'Rock and Roll' de Led Zeppelin.

Hasta aquí solo es una crónica. Hasta aquí solo he contado los hechos que se fueron sucediendo, las sorpresas que nos dieron y el gran repertorio que nos prepararon. Es complicado describir las sensaciones que Desvariados nos produjo: autenticidad, pasión, electricidad, profesionalidad, entusiasmo, arrebato, fogosidad... Y, sobre todo, la más importante para mí: esperanza. La sensación de esperanza en que el rock pueda volver a recuperar el trono que nunca debió perder gracias a grandes grupos como Desvariados.

Los productores endorfínicos y de las sensaciones mencionadas fueron Alberto San Martín a la guitarra, Edgar Castejón al bajo, Javier Martínez a la batería y el gran protagonista de la noche, el entregado, carismático, descarado y volcánico Adri Díaz. Primer culpable de mi sensación de esperanza que, además, supo materializarla dándole su púa a un ilusionado niño que estaba con su padre en primera fila. Con ese bautizo, consagró para siempre a un nuevo hijo del rock and roll.

Así que, pensándolo bien, creo que he sido injusto con los científicos al principio de esta crónica porque ahora me doy cuenta que la razón por la que Desvariados produjo tantas endorfinas fue porque ellos mismos hicieron suyas todas las razones nombradas por los científicos para esta producción hormonal de felicidad. Fueron excitantes, picantes, desestresantes como el chocolate, nos enamoraron y el resultado fue un gran orgasmo de rock and roll. Gracias.