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Maestro de la rumba, y personaje fundamental de la música nacional, el gran Kiko Veneno actuaba el pasado jueves en el Centro Federico García Lorca de Granada con su espectáculo '+ Solo Que La Una', que permite acercarse a su sentido ''venenoso'' de las canciones. Crónica de Juan Jesús García.
Su carrera ha sido la más guadianesca del panorama español. Acostumbrado (o resignado) a estas subidas y bajadas hasta buscó refugio en su momento en un trabajo administrativo mientras pasaba el temporal. Tardó en llegar a Granada casi una docena de años, pero desde entonces nos visita con frecuencia casi de familiar. Le tiene cogida la medida a los auditorios de capacidad media, que suele llenar, como ocurrió con su visita al Centro Lorca.
El "catalán fino" se ha vuelto a reinventar en estas últimas temporadas, con los arreglos "indies" de Refree o con ese disco que vende con una cara "single" y otra de familia numerosa. En la primera disposición soltera fue como apareció por aquí.
En concierto nunca ha sido José María Sanfeliú la alegría de la huerta... Hasta ahora. Solía dejar que el vitalismo de sus canciones hiciera su efecto sobre el público, venciendo no se sabe si su timidez o una cierta incomodidad escénica. Sin embargo al salir con una guitarra en cada cartuchera (y el mirlitón en el "liguero") y poco más, se ha soltado como comunicador y hasta entretenedor, lo que con su socarronería y particular sentido del humor hacen mucho más agradable su hora y media de concierto.
También la presentación que él llama 'Más solo que la una' permite acercarse a su sentido "venenoso" de las canciones sin que nadie más ponga la mano encima de ellas, a su manera, rescatando el espíritu punk sureño y anárquico (fallos o improvisaciones incluidas como corresponde a su crudeza) de su disco de 1977, aquel que provocó titulares asombrados ("¿Esto qué es?") y tardó muchos años en ser metabolizado... para luego terminar imitado hasta la saciedad. Por allí empezó precisamente, por 'La muchachita', con explicaciones más o menos cronológicas, que añadió 'Palabras para Julia' en la senda nutritiva de Paco Ibáñez, y llegar a 'Seré mecánico' o las coplillas de 'Veneno que tú tomaras' antes de perder la hoja de ruta, y ya revolver canciones, tiempos y estribillos compartidos sin orden aparente. Es lo suyo, el formato lo permite y agradece en favor de la espontaneidad y complicidad. No complació peticiones, que mira que hubo, y jugó con los bises, aunque todos sabían que habría concierto hasta 'Volando voy'.
Así, sin más cartón que el de la entrada, mostró el catalán fino sus dos versiones, la blusera por libre ('Traspaso', con sus bichos y todo, admitiría una versión de Guadalupe Plata perfectamente) y su sentido libertario del flamenco en la otra cara. Anunció como nueva 'Sudor y calor', y en otras (¿'Duele'?), percibimos al escritor de letras primero, casi más recitando mientras intuye qué trazo sonoro será el definitivo desde un leve esbozo acompañante. Estuvieron las que debieron estar, no todas las canciones, pero sí las más queridas y compartidas con ese punto de celebración coral que tienen las cosas del cariño. Y aquí al señor don Veneno se le quiere, tanto que el público le despidió de pie (salvo los que caían tropezando por los laterales con los cegadores pilotos de las escaleras), y con una fila-1 que rozó la adoración.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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