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El cantautor gaditano Javier Ruibal, Premio Nacional de las Músicas Actuales en este 2017, actuó el pasado viernes, a trío, acompañado por su hijo Javi Ruibal a las percusiones y por el multiinstrumentista José Recacha, en la sala Boom Boom Room de Granada. Crónica de Juan Jesús García.
Hace unos quince años, uno de los mayores admiradores del cantante gaditano JAVIER RUIBAL pedía para él el premio nacional de la música. Sabina ha tenido que esperar tres lustros, pero al final Ruibal cuelga en su pecho la medalla. En verdad era merecedor a ella desde que con aquel 'Duna' rompió los esquemas y la brújula de la canción de autor, cuando los 091 aprendían a poner tres notas seguidas. Y por si fuera poco se ha reinventado de nuevo en los últimos tiempos dejándose aconsejar y llevar en volandas por su hijo, y la formidable banda que gasta: Glazz, lo más aproximado a si Frank Zappa en vez de en la bahía de Monterrey hubiese vivido en la de "Cai".
La historia sonora de Ruibal va pareja a la de sus acompañantes: Antonio Toledo, John Parsons, Tito Alcedo, Antonio Gómez, ambientando sus canciones más en el pop, flamenco o jazz. Ahora toca enmarcarse en una suerte de minimalista óleo progresivo que da alas a sus canciones.
En la imponente voz de Javier se escuchan reverberaciones de muchas músicas mediterráneas, con la tostada sensualidad de sus arenas y la sabiduría arcana de las civilizaciones antiguas (por nosotros) más conocidas. Ruibal tiene una personalidad musical abrumadora, sus letras son apasionadas y él las canta poderosas, con quiebros y contorsiones de danza de vientre.
A su voz de muecín arrebatado se suman los tambores de su hijo, con un set de batería y percusiones africanas, del norte y del sur, yendo mucho más allá del mero ritmo ya que acentúa, subraya... y termina añadiendo todos los signos de puntuación sonora a lo escrito y cantado por su padre. Y al otro lado el mutiinstrumentista José Recacha se encarga de un gomoso bajo sin trastes, guitarra eléctrica (incluso con vibrador) y una acústica con un sonido fronterizo que emparejada a la del titular bordó los momentos instrumentales más hermosos de la noche.
En un escenario peculiar, iluminados con luz fría y bajo un techo lleno de cadáveres, momias y esqueletos colgantes, Ruibal ofreció mitad por mitad canciones de hoy y de siempre, toda ellas cargadas de la emocionalidad marca de la casa, y en este caso dejando generosos espacios para que Recacha los llenara incluso de funk en una curiosa versión, y aquí aparece de nuevo el de Úbeda, de 'Bendito veneno' hecha a medias entre ellos. Con esta vestimenta canciones como 'La reina de África', 'Agualuna' (con una intro dialogada de guitarras preciosa), 'Ave del paraíso' o la inevitable, aquí (y en todas partes, "la tengo que cantar todas las noches" apostilló) 'La Rosa Azul de Alejandría' que probablemente sea la canción más inspirada que han dedicado a Granada... todas ellas se dejaron escuchar remozadas, frescas y absolutamente contemporáneas. A veces lo importante es la familia, ya lo dijo un clásico.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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