JUAN JESÚS GARCÍA  |  Almuñécar, 21/07/2017

Los músicos cubanos siempre se han sentido como en su casa en el festival Jazz en la Costa, sea por el verdor del palmeral de El Majuelo, por las bondades del ron pálido, o por el calor húmedo tan similar el suyo. Y siempre a la "noche cubana" del festival sexitano se le ha sacado mucho rendimiento. ROBERTO FONSECA en formato jazz band (como le llaman allí a una funcional orquesta pequeña) cumplió con los objetivos, también los más extrovertidos, sobre los que incidió con especial interés y dedicación el protagonista.

El pianista que conocimos de acompañamiento a los abueletes del Buena Vista Social Club en su penúltima versión, es ya un líder absoluto y está cerca del podium de la pianística cubana con Valdés y Rubalcaba arriba. También de sus giras mundiales con los venerables soneros ha desarrollado un sentido del espectáculo considerable, con golpes de efecto aprovechables como las proteicas coreografías, o el delicioso momento final sentado, solo con un piano de juguete en el centro del escenario, agotando las últimas notas; aunque su interés obsesivo en que la gente participara, bailando o le hiciera coros rompió el tempo de un concierto en lo musical impecable, y que contó con el jugador número doce comiendo en su mano a placer.

Tremenda la banda: a su derecha estaba una formación entusiasta y contagiosa, de jóvenes y veteranos bien dotados para la exuberancia y la exhibición. Doble percusión, cantante de metal muy sonero, y una endiablada sección de metalistería en la que aparecían Matthew Simon (un histórico trompetista de la escena española poseedor del don de la ubicuidad) y el baritonista y flautista Javier Zalba, (socio suyo en Temperamento, y también en Irakere, Afrojazz...), dos nombres totémicos en una banda que tuvo, prácticamente una pieza por persona para su lucimiento individual (o de sección), recomendados uno a uno por el patrón. En tromba apabullaban, pongamos por ejemplo en la cegadora 'Contradanza del espíritu'.

Fonseca y los suyos estrenaban el disco 'Abuc' y lo hicieron en toda regla, puesto que prácticamente todo lo que sonó (con citas internas en los desarrollos a otras piezas, estribillos muy estándares que funcionaban como populares banderines de enganche) está en 'Abuc'. Cedé que es un resumen de la historia de la música cubana desde los tiempos de la Colonia en 13 piezas: mambos, chachachás, charangueo, guaguancó, rumba, contradanza... y todos los irresistibles palos de cuando la música cubana dominaba la tierra.

Con momentos de enorme músculo orquestal siempre hubo espacio, una ventana para el Fonseca introvertido, caído sobre las teclas como si escuchara lo que hay más allá de ellas antes de pulsarlas, cuando maneja una melancolía soñadora tan sutil como depurada, lindando en ocasiones con la espiritualidad más sublime: el final haciéndose unos "autocoros" sobre lo tocado a lo Flora Purim con el Corea acústico, que resonaba como una plegaria yoruba a Changó y Orula (llevaba su colores en la muñeca) en la misa de doce de la parroquia de Guanabacoa. Por dos horas Almuñécar fue La Habana, eso sí "con más blanquitos".