JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 30/10/2012

Para el gallego IVÁN FERREIRO Granada es tierra conquistada. Le tiene cogida la medida a la ciudad y sus visitas se cuentan por llenos. Y con los tiempos que corren, no sabe el lector/a la alegría que da ver en la ventana de la taquilla el cartelito de "No hay entradas", ya casi borrado por su falta de uso.

Aunque su relación con el cine no es muy intensa, cualquier excusa es buena para escuchar su voz gangosa, sus elaboradas confesiones psicoanalíticas y sus peculiares maneras expresivas, y así la inauguración del FIJR (Festival Internacional de Jóvenes Realizadores) estuvo a cargo de los Ferreiro, Iván en teclados, voz, y su hermano Amaro en las guitarras (al que, como buenos hermanos, no dejó cantar ni una de las suyas). De alguna manera, con la soledad del escenario del Teatro Isabel la Católica, grande y en penumbra, se pudo revivir el comienzo en solitario del ahora laureado "artista de mierda", cuando ambos tocaban en el semianonimato en un pub vigués bajo nombre falso ("Ivonne y Tamara acompañando al cantante portugués Rai Doriva") para ir dando forma a su carrera en solitario tras la desaparición de Los Piratas.

Ferreiro no necesita de mucho más que un foco, un piano y un chato de vino tinto; su hermano le añade algo de consistencia, ritmo y distorsión, pero en formato piano-bar sigue teniendo el mismo potencial de comunicación (al menos durante la primera hora) y además puede añadir comentarios jocosos y variar las canciones que como 'Años 80' o 'Santa Adrenalina' llevan con él una eternidad.

Los "Ferreiro Brothers" interpretaron dos docenas largas de canciones, agradecieron la receptividad y complicidad (bajo su voz se oía un continuo coro, suave y agudo, que seguía sus palabras) y confirmaron su amistad con Lori Meyers. Iván definió títulos como 'Siete y media', 'Todo lo que nunca' y 'Farenheit 451' como nacidos en su "zona sucia"; con el juicio del Prestige recién inaugurado, 'Ciudadano A' (inspirado en aquella catástrofe es un escupitajo en la cara de los que diariamente engañan y mienten atornillados al poder), cobró una vigencia renovada. Y entre tanta catártica poesía de diván (eso sí, distendida con alguna risa añadida) desveló cómo fue de joven, y cuesta reconocerle en el himno superpunk de los Ilegales, 'Destruye', aunque fuese cantada al ralentí.

Como en todos sus formatos, el público se enciende siempre cuando llega 'Promesas', con su cita replicante (ahí está, sí, efectivamente, la justificación de este concierto cinematográfico) y su coda prestada por El Último de la Fila; ese 'Insurreción' que a estas alturas, junto con 'Solo pienso en ti' y 'Mediterráneo' probablemente sea una de las tres mejores canciones del pop español del siglo pasado. Para los Ferreiro es siempre el momento de máxima audiencia, enfilando ya el final de concierto, que llegó con 'Días azules' y 'Turnedo', la canción de despedida oficial, aunque, como dice la letra, hay quien prefiere "quedarse y aguantar", por los menos otras dos horas de concierto. Casi todos los presentes lo hubiesen firmado, seguro.