JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 23/05/2012

La música de Dios y la más mundana coinciden esta semana con las actuaciones en distintos puntos de Granada, dentro del esforzado circuito Granada en Vivo, de la POTATO HEAD JAZZ BAND (en la foto) (en doble dosis: Magic, jueves 24, 21h. y Amsterdam, el 27 -ojo, en horario de matiné a las 17:00h-) y la también multitudinaria formación de GOSPEL MOLOTOV (Liberia, jueves 24, 22h.)

Woody Allen, que clarinetea en una banda de este tipo, hablaba del tema 'Potato Head Blues' como una de las "diez cosas por las que valía la pena vivir" y esa fue la canción, dice el cineasta, que marcó el inicio de una nueva era en la historia de la música: la verdadera mayoría de edad del jazz como estilo musical y, sobre todo, como forma de entender la vida. Frase que resume perfectamente el espíritu de la banda que lleva su nombre por montera. El sexteto borda el Dixieland y la anciana música de Nueva Orleáns, y, cuando se apartan, incluso evidencia su potencial individual para un formato más "actual", ya que tiene solistas competentes para defenderse en otras lides más individuales. En este viaje alrededor del alma de Storyville, enmarcado por dos celebridades como 'Canal Street' y 'When the saints...', encontramos además un delicioso interés comunicativo casi pedagógico, ilustrando cada pieza con sus historias y sus anécdotas, interés añadido a lo que en cada momento interpretaban, usurpaciones de autoría, arrogantes "inventores del jazz" como Jelly Roy Morton (ilustrativa anécdota que dio pie a uno de los episodios más divertidos de 'La leyenda del pianista en el océano' que imaginó Alexandro Baricco). Su sabia combinación de música, actuación, instrumentos, voces y buen humor forman un show comunicativo que invita al público a interactuar de manera enérgica y divertida.

Y si quieren volver a la senda pía (pero con reparos) y salvar el alma ya que el cuerpo no tiene remedio, acudan a Gospel Molotov, que como su nombre indica hacen la música del divino, aunque su explosivo apellido sugiere cierta irreverencia punk, sí, punk. A lo largo de los ocho años que llevan, el colectivo ha ido desarrollando su mezcla singular de la música sagrada negra con un una dedicada actitud secular y lúdica y han actuado frente a públicos de lo más variopinto, desde los que frecuentan bares de copas, celebraciones varias, gente sin techo e incluso ante el arzobispo. Oh happy day. Pues eso, que sea feliz, hermanos.