VICKY PEINADO  |  Madrid, 05/05/2012

Kalasnikov Teatro acaba de debutar con 'THE POWERS', una comedia de la que sales, como mínimo, sorprendido. Vienen pegando fuerte, con texto original de José Espigares y Emilio Rivas y dirigida por ellos mismos, proponen una reflexión sobre el trabajo y la manipulación a la que el ciudadano medio se ve sometido día tras día, a través de la risa y la identificación y, también, por qué no decirlo, de un surrealismo particular y muy efectivo.

Cuatro personajes que resumen la estructura social: la política, los medios de comunicación, el capital y el trabajador. Del funcionamiento de este mecanismo, de cómo se mueve el engranaje y de cómo también a veces éste chirría se deriva el conflicto de 'The Powers'. Cuando este sistema hace aguas, cuando la pieza motor dice "¡basta!", la maquinaria se para, parece que algo va a cambiar... Pero, siempre hay otra pieza que sustituye a la anterior.

Un hombre cualquiera, con pequeños sueños y aspiraciones vive para trabajar, supeditado a un poder que lo aplasta y que un día se da cuenta que ha acabado con él, que ya no es el que era, que no sólo no tiene la vida que había soñado, sino que se encuentra en las antípodas de su ideal.

Los actores representan cada uno de los roles perfectamente reconocibles por el público, a través de un texto que desgrana y analiza la pulsión de esa maquinaria que se nutre del sudor y el desencanto de muchos, para que unos pocos puedan sacar provecho de lo que ella produce. Esa pieza angular, encarnada por Emilio Rivas, representa a esa masa obrera y ese trabajo invisible, que recuerda a aquella canción de Astrud: "Hay un hombre en España que lo hace todo". Descubre el poder que tiene, que sin él no hay productividad, que si deja caer sus brazos no se generan ingresos, que él es "la puta empresa".

Pero tampoco esos pocos prohombres (o mujeres, aunque no se vean reflejadas en el texto, aparte de como una especie de Penélope, de descanso del guerrero adonde el hombre se orilla al terminar el día) son felices, ni se sienten plenos pues anhelan la frugalidad de la vida del obrero, que sí que sabe vivir, a juicio de ellos, y disfrutar de los pequeños regalos de la cotidianeidad: ese "pisto" y "esa carne con tomate" que su amorosa esposa le prepara cuando llega a casa tras una larga jornada de trabajo.

Teniendo en cuenta que la sala, La Usina, no se presta a grandes excesos espectaculares en lo técnico, componen escenas verdaderamente virtuosas, en especial cuando el desarrollo de la acción se acerca al final y lo que comienza como una chanza parece ir hacia el histerismo y la tragedia. Alcanzando un ritmo excelso, del que adolece en la primera parte, con una escena final desternillante, con soluciones acertadísimas y brillantes en la coreografía de los actores y la frescura que adquiere el texto en boca de los personajes.

La simbología de la "cabeza de pollo" con la que abre la pieza, lejos de ser un guiño meramente estético, se configura como núcleo alrededor del que gira toda la historia, iconografía de los sueños, que por más pueriles que puedan parecernos a veces, nos pertenecen y no debiéramos dejar que nadie, ni siquiera esa macroestructura que nos sobrevuela y sobrepasa, nos robase jamás.

En definitiva, una crítica hilarante, aguda y libre; muy necesaria en estos días de incertidumbre y revisionismo sistémico.

Durante todo el mes de mayo, Kalasnikov Teatro y su ópera prima 'The Powers' estarán en la Sala Bululú todos los sábados y domingos.