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Teatro Meridional | Miguel Seabra | Julio Salvatierra | Álvaro Lavín
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'Calisto' habla de la inmortalidad de los personajes, de su evolución a través del tiempo, de lo inmutable y lo universal que encierran aquellos, que como Calisto, han traspasado fronteras...
Álvaro Lavín habla con el Calisto de 'La Celestina' del señor de Rojas con un texto de Julio Salvatierra sobrecogedor, plagado de imágenes, que se constituye como una lección de historia y de vida. Con la impecable dirección de Miguel Seabra.
Un texto que habla del personaje y de las sinergias entre actor y personaje, de cómo este último queda relegado al limbo cuando no se le encarna. La profesión de los actores de repertorio, los comediantes que improvisaban sobre los personajes y que amaban la profesión, donde veían una forma de vida y no un trabajo.
'CALISTO' habla sobre su historia de amor con Melibea, cuestiona a aquellos que a su vez ponen en duda la pureza de su amor, tildándolo de hormonal, porque, claro, los amantes mueren jóvenes y es difícil hacerse a la idea de cómo hubiera evolucionado aquella historia. Reivindica la eternidad de ese enamoramiento a través de los siglos. Su pasión continúa intacta y es Calisto el que, junto al actor que lo interpreta, revive una y otra vez su idilio con Melibea.
El actor interpela a Calisto de a poco y el diálogo mágico que se establece arrastra al espectador hacia una reflexión profunda sobre lo que significa meterse en la piel de un personaje. No hay idealismo, hay entraña y vivencia. La técnica y los trucos están ahí pero la encarnación y la simbiosis entre uno y el otro también, el actor no puede escapar a la seducción de esa identidad que usurpa o llena desde sí mismo.
'Calisto' habla de la inmortalidad de los personajes, de su evolución a través del tiempo, de lo inmutable y lo universal que encierran aquellos, que como Calisto, han traspasado fronteras, ideologías y corazones.
Álvaro Lavín ilustra desde su asiento esa charla entre personaje y actor, y las anécdotas de los interpretes que lo encarnaron, los avatares con los que la vida del personaje se enriqueció.
El espacio escénico se construye a través del uso de la luz de una forma sobria y eficaz en una pieza redonda que deja al público perplejo por el alcance de la interpretación de Álvaro Lavín, que no sólo deslumbra por el carácter espectacular del prodigioso control de las herramientas actorales, sino por la emoción con que irradia a toda la sala.
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