JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 12/12/2011

Los MAREA tienen una biografía que se ajusta a todo pedigrí que un grupo de rock debe exhibir: comienzos inciertos, carretera, mucha, discos autoeditados, decepción multinacional, desastres domésticos, muchos amigos y por fin, reconocimiento... a camiones: en su última visita a Granada colmaron el coliseo de Atarfe y ahora han hecho triplete en la Industrial Copera, algo que sucede por primera vez.

Casualmente o no, forman parte del bloque roquero de la Warner subsello DRO: Barricada, Rosendo, Extremoduro, Fito y ellos, un equipo estelar de tres generaciones con muchos puntos en común, personales y profesionales, y que suelen colaborar los unos con los otros. A Marea, los últimos en llegar, les sale lo de sus mayores por los poros, si bien es cierto que en el rocanrol de carne de cañón no hay mucho margen de maniobra y prima la comunicación sobre el resto de consideraciones. Y ahí, en el rockandroll de granel y la poesía urgente, Marea son un tsunami. Maneras de vivir.

Sobre un riff clavado a los que hacían Budgie en los años setenta salieron escena, eran 'Bienvenidos al Secadero' y 'La Majada' las escogidas para abrir dos horas de concierto parcelado en bloques de varias en varias y con un Kutxi (cada día más patriarca, entre gitano y amish) menos rapsoda que de costumbre.

Al Kutxi le gustan las rimas y buscar un buen ajuste en las letras, que en el caso de Marea también encuentra nutrientes en el flamenco más dolorido y reivindicativo (¿El Cabrero?), un naturalismo vivencial muy lorquiano (a quien citó: "al duende hay que buscarlo en las últimas habitaciones de la sangre") y una contundencia de navaja de doble muelle marca Glez.

Sonando parecen un reconcentrado de buena parte de sus precedentes, sin ningún interés en salirse del plato del estandarizado rock (sub)urbano, y quizás por ello, al no buscar la diferencia y ciñéndose a lo que debe ser, suenan absolutamente rocosos y matones. Mérito de un guitarrista de libro como el Kolibrí (aunque no es desdeñable el sonido motosierra de César Ramallo) y un bajista, Piñas, de los que dan espectáculo al frente de un grupo ajustado y sin alardes, y además canta. Claro que es el cantante Kutxi la proa y el responsable de componer las estampas de romanticismo civil en primera persona, de sus canciones, confesiones tan personales como compartibles que resultan arrebatadoras; antiestrella en fondo (¡y forma!) tiene siempre la palabra exacta para el momento justo. Por casualidades de la vida está encima del escenario pero podría perfectamente estar debajo pidiendo 'Perro Verde' a su propio grupo y escuchando cómo mentirosamente le decían que "no".

Casi treinta canciones después el grupo cerró la segunda noche en Granada, "y aún me queda una, que lo he leído en el Ideal" dijo el cantante. Y esa fue la del sábado. Tres conciertos, casi 5000 personas (más un montón de padres haciendo tiempo en la puerta incluso) para un grupo a la medida de las complicados tiempos materiales y emocionales que nos ha tocado vivir.