CARMEN OCAMPOS  |  Madrid, 21/09/2011

'EL ÁRBOL DE LA VIDA' es la última creación del director de cine estadounidense Terrence Malick. Un director poco prolífico, pero que con apenas cinco películas en su haber, es uno de los más admirados por crítica y público.

Muy premiado en festivales internacionales, Malick obtuvo en 1978, con su segunda película, 'Días del cielo', el premio al Mejor Director en Cannes y el Oscar a la Mejor Fotografía para Néstor Almendros; tras 20 años de silencio, con 'La delgada línea roja', se llevó el Oso de Oro en Berlín; y ahora ha vuelto a triunfar en Cannes obteniendo la Palma de Oro por 'El árbol de la vida'.

Con una forma diferente de contar historias, los personajes de Malick tienen una compleja vida interior que se refleja con una constante voz en off en sus películas, donde los protagonistas nos transmiten sus pensamientos más profundos; sin apenas diálogos y un ritmo lento, es muy importante la imagen y el lenguaje corporal de los actores.

'El árbol de la vida' nos habla de Jack (interpretado por Sean Penn en la edad adulta y por un desconocido Hunter McCracken en la adolescencia), que necesita reconciliarse con su pasado, un pasado marcado por un padre (Brad Pitt) severo y autoritario, que ama a sus hijos aunque es duro con ellos, y una madre (Jessica Chastain) cariñosa, tolerante y divertida.

La película comienza en la actualidad, con un Jack adulto y sin embargo perdido, que reflexiona sobre la difícil relación con su padre; y esas reflexiones nos llevan a los años 50 en el medio-oeste americano; para finalmente devolvernos al mundo actual y como un halo de esperanza, nuestro protagonista se libera de todos sus fantasmas.

Genialmente interpretada por Sean Penn, que sin apenas diálogo nos dice todo con cada músculo de su cuerpo; y un Brad Pitt capaz de mostrarnos un personaje duro y sensible a la vez, ésta es seguramente su mejor interpretación; y un joven y desconocido Hunter McCracken que promete, con una tremenda expresividad en el rostro.

'El árbol de la vida' no dejará indiferente a nadie, te gustará o te horrorizará. Es una película que exige un sobreesfuerzo al espectador. Continuamente, durante sus 141 minutos, te obliga a buscarle un sentido a las imágenes que allí te muestran, a lo que te dicen los personajes; hay que tratar de hilvanar una imagen con otra, para saber qué te están contando en un película que está presentada en flashback. No es una película fácil de ver. Pero sí es una película que una vez sales del cine, te da mucho que pensar.