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Lori Meyers | Niños Mutantes | Antonio Arias
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El largo programa está primorosa e impecablemente cantado, con gracia y piruetas antes imposibles.
Suma y sigue, la continua progresión del grupo lojeño es lenta pero insistentemente creciente. Y como prueba de que lo hacen adecuadamente, ya les han ido saliendo objetores y le tiran palos a las ruedas. "Ladran, luego cabalgamos" que dijo el caballero manchego.
Con el cartel de "todo vendido" en la puerta de la Industrial Copera los LORI MEYERS, además, señalan un problema de infraestructuras de esta ciudad, en la que hay numerosos (y quieren hacer más) espacios de entre mil y dos mil localidades, pero tras la ruina consentida del estadio de la Juventud, ninguno entre esa cifra y los diez millares de los palacios deportivos. A falta de sitios adecuados la próxima vez tendrán que tocar varias noches seguidas.
Como teloneros, o para ir ambientando, el grupo invitó a varios "pinchas" pero de pop que templaron la espera hasta que empezaron a sonar la primeras notas de 'Viaje de estudios', con la que comenzaron. Uniformados con aires "Kennedy" de camisa blanca de tergal, corbata y hasta zapatos de charol alguno, cuidan tanto su primorosa estampa como su efectividad en términos musicales. Lástima que para la primera el abuso de humo los mantuviera casi toda la noche más cerca de la intuición (y de Sara Montiel o Pink Floyd) que de la visión: una espectadora en primera fila decía apenada que "son muy guapos... a ver si se les ve". Pero sí, estaban allí, sí, que los oídos no engañan.
Trotados como pocos porque no han parado casi en varias temporadas, los Lori llevan cerrado un concierto extraordinario, fresco, accesible y muy compartible. Bien programado, con tiempos entrelazados que se apoyan unos a otros, bailando instrumentalmente con alegría, y que rítmicamente resulta arrollador con su doble percusión a todo trapo. El largo programa está primorosa e impecablemente cantado, con gracia y piruetas antes imposibles, y lo construyen con un trabajo de guitarras que ahuyentan cualquier tentación blandipop. Un concierto al que, por buscarle algún lunar más allá del humo asalmonado tan sólo cabe señalar que se empieza a notar cierta redundancia en su artesanía vocal.
Los Lori, al contrario de otros, aquí se saben jugando en casa, y rodeados de amigos, que como Antonio Arias en la 'Pequeña Muerte' y Alberto y Andrés de los Niños Mutantes en 'Luciernagas y mariposas' fueron invitados. Y el resto del star-system local, que también andaba por allí casi sin excepción, se hubiese subido gustosamente a colaborar porque entre las características de los lojeños está también la fraternidad gremial.
Más de dos docenas de canciones sonaron, agotando su discografía, y añadieron el 'Esperando nada' de Antonio Vega y aquella 'La Caza' primitiva de Juan y Junior casi al final, después de convertir la Copera en una sala de baile retro con unas 'Nueva religión' y la contagiosa '¿Aha han vuelto?', dignas ambas de bola de espejos y felpa en la frente. Ellos también han vuelto... a llenar.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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