por Cruz Lasarte


Leí este libro justo después de terminar Sexus de Henry Miller. Cuando ya mi (en cierta forma) inocente cerebro estaba saturado de masculinidad, de follar como animales, de traiciones y de rudeza... descubro la versión femenina de toda esta acción. Quien mejor que Anas Nin (amante del escritor americano entre 1935-36) para contarnos el vértigo de enfrentarse directamente con Miller, un intelectual a medio camino entre el hombre-bestia y el niño-arrepentido. Anas será el contrapunto "sentimental" de la "pasional" June, que apenas aparece, pero cuya presencia marca toda la novela. Pero el libro no es tan puro como podría hacernos pensar la cara de ángel (diabólico) y el cuerpo de ninfa etérea de la autora. Es un personaje fuerte que busca lo que necesita, que no teme la introspección y el autoanálisis y que es capaz de enfrentarse sin ruborizarse a sus deseos mas obscenos y darles forma. Pese a este carácter, es un ser en conflicto, que arrastra permanentemente tras sí un diario en donde relata (rozando la neurosis en casi 35.000 paginas) hasta los más mínimos cambios de su vida. Se sirve para ello de un estilo claro y limpio ("esmaltado" lo define ella) que parece fluir directamente de su inconsciente. 

Aunque este libro es valioso para comprender la realidad de Henry Miller y de su obra, y por supuesto, para profundizar en la psicología de Anas Nin y de las mujeres en general... se suma a la lista de los imprescindibles por relatar de forma maestra uno de esos encuentros entre "personalidades", tan escasos y tan valiosos, que parecen hacer que se detenga el tiempo por la fuerza de los cuerpos que entran en choque. París presagiaba la atmósfera del Chelsea Hotel de Cohen y Joplin. En este caso, no hay ninguna canción que inmortalice el momento, pero, desde luego, Anas Nin logró con Henry y June que la magia de ese año pasional dejara una marca bastante difícil de borrar en todos los que hemos sostenido con devoción ese trozo de alma entre nuestras ávidas manos de lectores insaciables.