Texto: Joaquín Fabrellas
Sorprende ante todo esta novela del costarricense Carlos Cortés en el plano léxico-semántico, destaca por los aspectos sintácticos, atrevidos, lo que la convierte, pensando, eso sí, con distancia respecto de la novela experimental de los sesenta tanto en Sudamérica como en la Península, en una de las mejores novelas publicadas en esta década. El autor juega con el lenguaje, dándole un matiz muy serio de juego bien hecho y bien pensado; en cada página nos sorprende con un nuevo hallazgo, un nuevo giro. Lenguaje atrevido, idioma sin miedo, haciéndolo flexible, elástico y vivo. Cortés se enfrenta al idioma sin complejos, con la sensación irreal de facilidad que sólo ocurre con los maestros del lenguaje y que, como él, ya dieron los pasos en esa misma dirección. El idioma es una herramienta, no un yugo. Fiel a su estilo y no a las palabras: préstamos, anglicismos, mestizaje, confusión, barroquismo significante, designador, no amanerado.
Carlos Cortés es un autor poco conocido en España, sin embargo y pese a su juventud, cuenta con una larga trayectoria poética, periodística y narrativa. Otro de los problemas que quizá influyan en su desconocimiento aquí es que la trama no se entendería sin un conocimiento previo de la situación en Centroamérica y, por extensión, en toda América Latina. " ... Cuándo han importado unas elecciones aquí?...".
La novela trata el problema del idealismo revolucionario. El protagonista, Martín Amador, formó parte del gobierno sandinista y, con el paso del tiempo, se da cuenta de que esa revolución no valió de nada; es ahora, después de veinte años un hombre descreído, abúlico, vencido en sus sueños, apartado de toda revolución. Se enfrenta a la vuelta a su país, Costa Rica, la Suiza centroamericana, como él mismo dice con desdén, con que todo sigue igual, nada ha cambiado, de nada sirvió su revolución sino para despojarle de su identidad, olvidar a su familia, a su madre, a su hijo, muerto por asesinato, junto a otros compañeros, asesinato que trata de investigar junto a sus antiguos amigos del colegio que son ahora miembros importantes de la sociedad, el Presidente, el Ministro de Interior, un periodista destacado y el Fiscal General. Búsqueda incesante que lo lleva por la inmensa noche de San José en una trama de locales interminables donde se codea lo más selecto y lo más detestable de la sociedad.
Protagonista- problema como el presentado en Un mundo feliz de Huxley, personaje que no acaba de encajar en el engranaje y que nos cuenta la caída de sí mismo o de lo que quedaba de él. Novela de escombros. Conectada con el proteico Ulises de Joyce. Noches sangrientas, llenas de sexo, de droga, de muertes y un partido de fútbol que improvisan con los vagabundos que encuentran por la calle como metáfora desastrosa del país.
Cruz de olvido está en la línea de otras novelas señeras de la experimentación de los sesenta y los setenta en Sudamérica. Cortés tiene siempre como referentes obras como Paradiso de Lezama, Tres tristes tigres de Cabrera Infante y el personaje principal le debe algo al cónsul dipsómano de Bajo el volcán de Lowry. A todas estas novelas, salvando las distancias y los condicionantes históricos de las que surgieron, Cortés le debe el gusto por la innovación, el jugueteo con el idioma y la falta de moldes o límites.
El Ulises costarricense va en busca de los asesinos de su hijo, al que casi no conoció. En este intento se pierde más y más en el abismo de los recuerdos y la yuxtaposición de los momentos actuales que ya no siente como reales.
La novela es una crítica fulminante al poder, que siempre es el mismo y corrompe, ataque a la prensa como juguete de la política, a la cultura, incapaz de llegar a la masa inculta de su país. Y todo esto representa el fresco humano que se camufla en la aparente calma de un país " sin" problemas en el que nunca pasa nada desde el Big Bang y que sin embargo se desangra como todos los países sudamericanos.
Destacar del libro el episodio " Marzo siempre se me hace tan largo" que es todo un tratado, un cuento aparte, historia escindida que implementa el contenido general, ya que se relatan algunos aspectos del pasado de Martín Amador como su nacimiento, el padre ausente, la madre loca, etc. Un episodio aislado que destaca por sí mismo y aparece la simbología del agua, estancada en este caso, que va pudriendo los cimientos de su casa familiar, la casa de su madre, a la que no ve en diez años y a la que no ama y que le ha ido guardando toda la comida en bolsas de plástico desde que se fue. Una mujer muerta que vive con sus hermanas y que no permite que ningún hombre entre en la casa por que les tiene miedo mientras la casa se hunde en el olvido y en el agua.
CORTÉS, Carlos. Cruz de olvido. Alfaguara. 2000.
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