EE.UU.
Director: Judd Apatow
Intérpretes: Steve Carell, Catherine Keener y Paul Rudd
Cuarenta años sin relaciones sexuales. Nada que llevarse al hocico. Una dificultad aunque hay gente que lo hace, voluntaria e involuntariamente. En el país mal llamado de la Democracia parece que eso del sexo se lleva hasta las últimas consecuencias. El constante encubrimiento del sexo hacen que su cine tenga una represión especial cuando está pidiendo a gritos más libertad. Se pasan películas enteras insinuando o hablando del tema porque vende, pero a la hora de enseñar comienza la autorepresión. Y con sexo pero sin él han llegado a crear toda una narrativa de cohibidos sexuales, intentando levantar el ánimo de carne al espectador, pero dejándole con un berrinche cuando ya está arriba. Así nace Virgen a los cuarenta, como otra comedia sobre el sexo protagonizada por uno de los televisivos cómicos de Saturday Night Live: Steve Carell. Por supuesto, taquillazo en Estados Unidos.
Virgen a los cuarenta es la prueba refutable de la teoría represiva. La historia de un cuarentón con problemas gracias a su castidad. A pesar de tener protagonistas maduros se trata de un cine pubertario vacío de todo contenido. Por eso nos presentan una sociedad mediatizada por los comportamientos sociales. Aunque alejándose de la hipocresía adolescente de los institutos y universidades, se adentra en una peligrosa comedia romántica imberbe que hace reír en algunos gags contados. Lo único cierto es que está repleta de una sexualidad forzada, de una historia excesivamente alargada y previsible y de una represión interna sacada de las tripas de la industria americana. Lo peor sin duda es esa parte de papel celofán que contraponen los dos estilos imperantes en el filme, la comedia romántica y la grosera. Es en la segunda donde podemos encontrar algo sustancial.
Solo escenas puntuales y sus protagonistas se salvan de la quema, pero el resto es una sucesión de incongruencias de poca clase y menos raciocinio. Contado con un estilo estandarizado, sin salirse de la norma juvenil, denota una carencia total de fondo y forma, transformándose en una película para chavales a quienes le venden un personaje que ha tomado el camino de la castidad. Y sabemos que en esa sociedad se trata de un pecado que no se puede contar.
En realidad Virgen a los cuarenta se puede calificar de una sucesión de gags mal pegados, engendrados para una exhibición de torrentes sensuales, sin pensar en las consecuencias que puede generar para las pobres almas concupiscentes que aspiran a dar rienda suelta a sus líquidos vitales. Esta película es la muestra de que en Estados Unidos se habla más que se hace.
Rafa Rus
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