E.E.U.U.
Director: Wolfgang Petersen
Intérpretes: Brad Pitt, Eric Bana,
Orlando Bloom, Brian Cox y Peter O'Toole
Los saltos de directores europeos hacia la industria estadounidense son constantes desde los años veinte, incluyendo la llamada Edad de Oro del cine americano, en los treinta y cuarenta, en el que los directores autóctonos casi brillaron por su ausencia. Petersen es uno de esos casos de trasvase, aunque antiguamente se hacía de una forma menos drástica, dejando cierta libertad de autoría. Ahora se hace reconvirtiendo al director en cuestión e ingresándolo de lleno en una dinámica de producción. Esto le pasó a Wolfgang Petersen un realizador que traicionó su Alemania natal, donde había realizado una gran película, con paranoia psicológica como fondo, en El jugador de ajedrez y la obra maestra del claustrofóbico con El submarino, muy de moda estos días. De realizar películas para la humanidad pasó a dirigir La historia interminable, Estallido o vergonzosas americanadas como Air Force One (El avión del Presidente) o La tormenta perfecta. Una diferencia abismal que se paga en especias con la cara de Lincoln. No hay honor, pero hay un bolsillo lleno. Un buen candidato para actualizar el peplum tras el éxito de Gladiator con Troya.
Wolfgang Petersen se encarga de resucitar el peplum para ofrecernos la historia de Paris, Helena y, sobre todo Aquiles, un guerrero victorioso con un problema en el talón. En esta nueva visión de Troya nos encontramos con una estética luminosa, marca característica del peplum tradicional, pero más tendente a la sangre como lo demuestra las continuas secuencias de batallas, con planos cortos. La herencia de la saga de "El señor de los anillos" es decisiva para entender el espectáculo de esta cinta. El director ha optado por la maximización por encima del resto del metraje y para ello no se ha dejado amedrentar por costosos efectos digitales que recreen todos los elementos para poner en escena el sitio de Troya, la magnificencia de grandes decorados de pegote digital y un ahorro considerable de extras, aunque esa visión protagonizada por una computadora se note en demasía.
Pero este perverso y artificial resurgimiento del peplum tiene dos centros neurálgicos que protagonizan el film, quedando conjuntos concéntricos que se dispersan en historias y personajes secundarios, tal y como organizó Kubrick para su Espartaco y como mandan los cánones del género. La historia de amor entre Paris y Helena es ridícula y queda deslavazada, gracias, en parte, al poco magnetismo de su pareja protagonista Orlando Bloom y Diane Kruger. El enfrentamiento continuo entre Héctor y Aquiles queda mucho más compensado e interesante llegando a la cima con el encuentro entre O'Toole y Pitt.
La recuperación del péplum como género actual ya se ve realizada gracias a los buenos resultados industriales de Gladiator y al brillo de sus injustos Oscars. Puede que volvamos a aquellos años que el cinemascope pidiera espectáculo, pero la industria no está por la labor de llamar al ejercito para disponer de extras. Troya es una cinta descompensada, que no llena, que deja un tufo de pixel quemado. La magnificencia del género lo reclama, pero no para tanto.
Rafa Rus
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