Dirección: Sofia Coppola Intérpretes: Bill Murray, Scarlett Johansson, Giovanni Ribisi, Akiko Takeshita. EE.UU. 2.003
Muy de vez en cuando, el cine nos regala, alguna película que nos ayuda a comprender mejor las siempre difíciles relaciones que se establecen cuando dos cuerpos están condenados a encontrarse. La desbordante "Lost in Translation", cuya distribuidora curiosamente no ha querido perderse en su traducción, es un ejemplo claro de cómo el séptimo arte puede acercarse a pecho descubierto a los sentimientos a flor de piel y los pensamientos mas íntimos de una pareja que se desea. Una obra delicada, intima y sigilosa que explora el amor imposible pero luminoso, que se dispara entre una veinte añera y un actor metido ya en los cincuenta. Dos almas perdidas y aburridas que se entrecruzan buceando por las calles laberínticas y vertiginosas del Tokio de nuestros días. Una urbe delirante y de otro planeta que parece haber nacido para ser filmada. Ella encarna la belleza juvenil. Él, la experiencia y madurez vital. Y la ciudad, en continuo choque cultural, se erige en escenario ruidoso y fotogénico de una historia destinada a ser comida por el tiempo.
A Sofía Coppola, escritora y directora de esta sutil y hermosa cinta, ya nadie podrá reprocharle ser la hija de papá. Hace unos años ya nos deslumbró con, "Las Vírgenes Suicidas", trágica, pero radiante ópera prima, que nos dejaba entrever los genes fílmicos que corrían por sus venas. Una puesta en escena profunda y delicada, una mirada visualmente embriagadora propia de un voyeur y reveladoras elipsis narrativas, nos gritaban que estábamos ante uno de los mas prometedores cineastas surgidos desde la independencia en los Estados Unidos. Después de su segunda película, ya nadie se acordará de su estrepitosa interpretación en "El Padrino III". Lo que quedará tras visionar "Lost In Translation" es un monumento fílmico sobre la fugacidad del amor. Una especie de "Breve Encuentro" del siglo XXI que se puede resumir en su emocionante escena final, algo no visto desde los -ya- lejanos tiempos de "Desayuno con Diamantes".
Pero hablar de esta película es hablar de su pareja protagonista. Una estupenda y desmadejada Scarlett Johansson y el eterno payaso, aquí redimido en gran actor, Bill Murray, que dan vida, como si la suya les fuera en el empeño, a la clandestina pareja. Desde que debutara hace ahora 25 años en el "Saturday Night Live", la cara de sinvergüenza de Bill Murray -que aquí se interpreta a si mismo- nos ha acompañado en infinidad de comedias que tras su espesa niebla, no dejaba ver a algunos el enorme talento de este actor metido a cómico. Aquí consigue su cima profesional, con una interpretación memorable y profunda, sobria y contenida, repleta de patetismo existencial, que por supuesto no le ayudará para nada en la carrera por conseguir el maldito oscar.
Javier Extremera
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