E.E.U.U.
Director: Don Mancini
Intérpretes: Jennifer Tilly, John Waters y la voz de Brad Dourif y Billy Boyd
A mediados de los ochenta aparecía en el mercado Muñeco diabólico, un film que contraponía la inocencia de un muñeco de juguete con el desquiciamiento de un psicópata con malas pulgas que utilizaba el cuerpo de goma como vehículo para sus asesinatos. Una serie B del cine de terror de aquellos años que no tenía el apoyo de los grandes estudios o era ignorado hacia una segunda fila. Pero se convierte en uno de los iconos del género y se suceden las secuelas hasta convertir a Chucky en el juguete más famoso del cine a pesar de sus sangrientas intenciones. Dos partes más hacían presagiar que podía convertirse en una saga tan larga como Halloween o Freedy Krueger. El personaje se daba a la comicidad y podía dar de sí secuelas como churros. Pero desaparece del panorama por el poco tirón de la última entrega de la saga hasta que la cuarta entrega, que parece remontarse a la primera secuela tiene un éxito inesperado de la mano del honkonés Ronny Yu. La novia de Chucky resucita la leyenda y su creador y guionista, Don Manzini, se encarga de esta quinta entrega y tercera en la saga familiar.
La semilla de Chucky bebe de toda la historia del cine de terror, ya sea copiando secuencias o con simples homenajes. A pesar de utilizar un humor negro en bruto, la situación de ser un juguete no impide hacer el ridículo en todo el metraje. La mezcla de géneros, con el terror predominante y humor, en contrapunto a la gran visión gore que perjudica a la cinta, crea un laberíntico guión grotesco que se enfrasca hasta llegar a un final de locura y destrucción sin salida. Chucky no es ahora el protagonista repelente que todos deseamos y el espectador no se identifica con los elementos humanos, sino que hay un tremendo puzzle al que le faltan piezas y que queda sin montar.
Todo se centra en los psicokillers de goma, dejando aparte la intervención de secundarios como meros instrumentos para que la pareja de muñecotronics se luzca con la personalidad que les es impuesta por las voces peculiares de Brad Dourif, Jennifer Tilly y Billy Boyd, que por supuesto en la versión española nunca oiremos. La nueva visión es más necia, más anormal y menos desarrollada para el desarrollo de la película. Lo conseguido en La novia de Chucky, que no era mucho pero resultaba, se viene abajo por el retorcimiento de sus situaciones. Desde su condición de muñeco hasta su implacable presencia repleta de humor negro ha distado una considerable y larga línea que ha sabido mutarse para mal.
La pregunta que nos invade: ¿Volverá Chucky a resucitar?. Según la taquilla queda aún mucho látex que aguantar en el siglo XXI.
Rafa Rus
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