Julio Medem es una de las cabezas visibles de los jóvenes directores españoles, aunque no sigue el estilo general de éstos. A pesar de sus cuarenta y pico años su cine continúa siendo fresco y, sobre todo, personal. Un autor en todas las de la ley. Medem nace en San Sebastián en 1958, aunque se cría en Madrid. Su primera vocación se dirige hacia el mundo de la Medicina. Pero el cine era una pasión y la crítica una salida. Trabajó en "La voz de Euskadi" y colaboró con revistas especializadas como Casablanca o Cinema 2000. Lo de hacer cine le llega, con dieciséis años, de una pequeña moviola y un tomavistas de Super-8 que tenía su padre, pero no como una afición clara, sino como un juguete. Después de hacer pequeños trabajos con los amigos para la diversión, empieza a realizar cortos como "Si yo fuera poeta", "Teatro en Soria", "Patas en la cabeza", "Mar en la tierra" y "Las seis en punta" avanzando cada vez más en su narratividad y descubriendo este extraño mundillo.
En 1991 se lanza al largometraje con "Vacas" que se estrena, pese a ese título minimalista, en un circuito muy reducido en 1992, pero su calidad y el boca a boca hace que funcione y se alargue su distribución. La magia que envuelve la cultura vasca se entremezcla en una historia de odio entre familias que dura casi un siglo, mientras que el amor y la locura serán los contrapuntos necesarios para salir de aquel mundo de envidias. Un film lleno de lirismo y simbolismo al más puro estilo David Lynch con la cámara subjetiva metiéndose en el interior de una vaca que servía de impertérrito espectador. La primera obra maestra en una época en la que el cine español estaba bajo mínimos. La esperanza estaba servida en bandeja vasca.
En 1994 estrena "La ardilla roja" un film que reivindica la ecología, la libertad de la vida y el repudio del machismo. Una historia con cierto suspense de amores y memorias perdidas. Una gran cinta que resalta los poderes interpretativos de una estupenda Emma Suárez que no dejará de utilizarla hasta su última película. Julio Medem mira el mundo desde el punto de vista del observado. Por eso se mete dentro de aquellas "Vacas" con su ojo interior, por eso "La ardilla roja" corría por los árboles siendo testigo mudo de todo el entramado, por eso la cochinilla que buscaba Carmelo Gómez en aquella "Tierra" saludaban al espectador y por eso los aviones, de papel o de verdad, llevaban mensajes a "Los amantes del Círculo Polar" que nunca sabremos cual era su contenido.
Su tercera producción es "Tierra", otra mezcla explosiva entre la tradición del terruño, ciertas dosis de surrealismo, la sensualidad y sobre todo una doble personalidad que se rompe al enamorarse un lado de una chica y el otro de su contraria. La segunda obra maestra y su película más personal hecha con el color de la tierra que da un vino con sabor a ella. Su cine está lleno de abruptos simbolismo torcidos por la mano lírica de un realizador cuasi joven.
"Los amantes del círculo polar" mantiene una estructura realmente compleja. La narración alternada de los dos protagonistas conduce a la vida vista desde dos puntos de vista diferentes. Es por eso que el juego de los nombres capicúa, Otto y Ana, es también el juego que nos propone Medem para que le sigamos con toda complacencia. El film tiene un lirismo fuera de lo común. Se sitúa fuera de la realidad normal, puesto que no existen esas historias de amor, donde el azar y el destino dominan la acción. La atmósfera creada por el director hace que todo ese destino que impera sea una fórmula que hace que todo el film sea mágico. De poesía pura se puede tildar a esta cinta de Medem que está llena de planos sugerentes, donde cada unidad debe tener su significado dentro de un conjunto que supone la escena. Una de esas cintas que impactan en el espectador. El cine por encima del bien y del mal.
En "Lucía y el sexo" el amor pasional se confunde con el real. La belleza está en los actos. Incluso las tórridas escenas de sexo, bastante subidas de tono, son tratadas con una elegancia nada chabacana. En el cine poesía se habla poco y se mira mucho. Esa atmósfera creada por el director, donde dispone del excelente apoyo de la partitura entregada por Alberto Iglesias, apela a los sentimientos y regocija a los sentidos. Pocas veces se ve en cine la lírica por encima de la realidad. Otra obra maestra del romanticismo no clasista, más orientado al cine europeo pero con las constantes vitales en plena evolución. Una película repleta de lirismo y belleza interior que completa una filmografía de máxima calidad.
Sin duda su peor película es la inclusión al documental al acercarse al problema vasco en "La pelota Vasca: La piel sobre la piedra". Imposible hacer un aproximación apolítica de un tema tan candente y lleno de pasión como la vida en Euskadi. "La Pelota Vasca" a pesar de ser un documental de calidad, no inventa nada, se vuelve ramplón por momentos y si exceptuamos algún momento de suma estética tiene un valor más histórico que cinematográfico. Perdonable cuando se ha sentido atraído por el género de lo real, pero lo suyo es la ficción.
En el cine de Julio Medem los personajes destilan humanidad. Viven y no son solo papeles para actores. Sabemos lo que piensan con tan solo miradas y expresiones de cara. Tenemos la oportunidad de disfrutar de películas que pasarán a la historia del cine español en su momento, porque Julio Medem es un regalo para los sentidos de cualquier espectador.
Texto: Rafa Rus
Fotos: juliomedem.org
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