El pasado sábado toda la plana mayor de nuestro maltrecho y olvidado cine, se juntó -como cada año- para repartirse en familia unos galardones que nacieron con el único fin de sacar tajada en nuestras taquillas, en detrimento de la todopoderosa maquinaria publicitaria norteamericana. Solamente había que darse una vuelta por el cine Avenida la tarde del pasado domingo para comprobar que los Goya, le pese a quien le pese, tienen reclamo y gancho comercial entre el gran público. Una larga fila india de espectadores esperaban pacientemente admirar -esta vez no el último hito en efectos especiales- sino la estremecedora, magníficamente narrada y necesaria "Te Doy mis Ojos", de la realizadora Iciar Bollain, gran triunfadora de la gala que se llevó para casa 7 merecidas estatuillas.
Nada que reprochar a nuestros académicos ya que estos galardones fueron en líneas generales acertados. A los indiscutibles de mejor película, dirección y guión, se le unieron los de su atormentado trío protagonista: Laia Marull, Luis Tosar y una sorprendente Candela Peña, que también se unió a la fiesta, en lo que fue quizás el galardón mas discutible de todos.
Como viene siendo costumbre en los últimos años, la ceremonia -que llegaba a su mayoría de edad con 18 ediciones de existencia- tuvo una enorme carga política, siendo esta vez el gran centro de atención el cineasta Julio Medem y su: "pelota vasca", al que por cierto los académicos le dieron la espalda a la hora de votarla como mejor documental. Muchos de los presentes a la aburrida y monótona ceremonia -que parecían inmersos en una surrealista campaña electoral- pidieron a gritos una libertad de expresión supuestamente reprimida por el actual gobierno. Por desgracia para nuestra cinematografía se volvió a hablar mas de política que de lo que realmente importaba esa noche: el cine español.
Este año la hilarante Academia también se dio aires de grandeza hermanándose con el patito feo de la distribución comercial, el cine hispanoamericano. Si no conseguimos vender nuestros productos como se pretende vender también los de nuestros marginados vecinos hispano parlantes. El mito de El dorado parece ser que aún tiene cabida para algunos en el siglo 21.
Las sorpresas brillaron por su ausencia en esta edición. Quizá el mas inesperado de todos los premios fue el otorgado como mejor actor de reparto al catalán Eduard Fernández por la película de Cesc Gay "En la Ciudad" -cinta inédita cómo no en nuestros cines- en detrimento del veterano Joan Dalmau, quien llevaba la mayoría de los boletos para la rifa, por su emocionante e inolvidable personaje en la ignorada "Soldados de Salamina".
Y es que, precisamente la cinta que nos representó en los Oscar este año fue la gran derrotada del 2003. La espléndida "Soldados de Salamina" de David Trueba, se tuvo que conformar solamente con el frustrante premio a la mejor fotografía para el maestro y figura omnipresente en estas galas, Xavier Aguirresarobe.
Pues poco mas se puede hablar de unos galardones donde la segunda película mas premiada resulta ser -nada mas y nada menos que- " La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón" de Javier Fesser, que se alzó con la friolera de 5 galardones. En fin, una pena que todos los meses no se den Goyas. Por lo menos el gran público se acercaría a degustar historias cercanas, libres y humanas filmadas en su país. A lo mejor así descubrirían que el cine no solamente se compone de efectos especiales............................................................. El año que viene más.
Rafa Rus
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