España
Directores: Enrique López Lavigne y Juan Cavestany
Intérpretes: Santiago Segura, Javier Gutiérrez,
Pilar Castro y Guillermo Toledo
Santiago Segura, además de un excelente cineasta, como lo demuestran los cortometrajes pertuvadores y evilistas, es uno de los mejores actores de nuestro panorama. El Rey de la Caspa ha conectado con el público gracias a su frescura y a un carisma televisivo capaz de meterse en programas tan dispares como Días de cine y Crónicas marcianas sin desentonar y, de paso, mostrar la camiseta de su último estreno. Un fenómeno del automarketing de la altura de Hitchcock. Isi Disi ya marcaba una producción alejada de su calidad como intérprete, aunque no de su personalidad "heavy y de Carabanchel", como rezaba El día de la bestia. De sobra es conocida su versatilidad para ponerse en la piel de un secundario de una gran superproducción americana o trabajar a las órdenes de Jesús Franco. Por eso ha llamado la atención que su última película como intérprete verse del mundo interior del pijo (tribu urbana en vías de extinción).
El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo, además de ser un intento baldío de importar un género insoportable es una apología válida de la horteridad hispana. La pareja interpreta a dos hermanos que lo único que les hace disfrutar es la noche al más puro estilo Travolta. Nadie los aguanta, pero ellos no cejan en su sueño de formar parte de una sociedad inexistente.
Partiendo desde una estética hortera y ochentera, del que todavía se pueden encontrar muestras, nos situamos ante la pareja protagonista que hacen chistes que se repiten hasta la saciedad durante todo el film, intentando que con la repetición de los gags visuales puedan hacer reír, consiguiendo la reacción ampliamente negativa del espectador que se aburre en una historia de despropósitos.
Desde una perspectiva grosera y vasta en la concepción del humor, El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo pegan un chiste detrás de otro sin ningún orden y pensando siempre en el momento, nunca en el conjunto. De una manera grotesca se ha recogido lo peor del ser humano y el gamberrismo propio de aquel que pretende hacer reír sin saber bien en qué formula confiar, consiguiendo un soporífero resultado, abrumando a la comedia desde un punto de vista demasiado local y nada personal.
El prototipo de pijos, con camisas de Ralf Laurent o polos de Lacoste, ración saciada de gomina y jersey anudado en la espalda, es válido. Los directores han conseguido extrapolar un personaje del que nadie hablaba por su frivolidad para dejarlos anclados en una época trasnochada, pero el absurdo de su humor se convierte en disparate. Hay un cierto número de bromas que no se pueden amasar. Esta nueva visión del cine de comedia, que no es tan novedosa cuando coge lo peor del cine grosero, machaca al espectador que ofrece resistencia ante una risa forzada. Lo que han narrado es la anarquía del devenir de dos seres humanos marginales... con dinero, pero marginales. En este país se han visto argumentos retorcidos, pero preferimos el dedo de San Epopucemo de Los bingueros a este intento de extrapolación de comedia localista americana que no entretiene ni divierte.
El pastiche creado para ésta seudocomedia astracanada se basa en gags de dudosa confianza preparados para un público imbeciloide que consume televisión como principal gasto de tiempo de una preciada vida. Esa es la intención desde un primer momento. No hay más. Ni Mecano se reunirá en breve, ni está a punto de salir la tercera parte de Torrente. La multitud de géneros que mantiene el cine español tiene la tentación de mirar hacia el cine americano para recuperar sus fórmulas. Es más sencillo. Miremos hacia la comedia española de los sesenta con humildad, como hizo en su día Segura, y obtendremos el éxito.
Rafa Rus
|