Texto: Alberto Dotras
Fotos: siniestrototal.com / popes80.com
Durante la primera mitad de los ochenta, dos ciudades españolas destacaron por su novedosa oferta cultural: Madrid y Vigo. De la capital se podía esperar el liderazgo español, sin embargo la modesta ciudad de Vigo -marcada entonces por la reconversión industrial y el paro- fue la gran sorpresa, ya que nunca se había distinguido por ser una ciudad cultural o vanguardista. Para entender el porqué y el cómo de la movida viguesa es necesario retroceder a sus orígenes.
A principios de 1981, unos pocos nuevaoleros -las ovejas negras de algunas familias "bien" de Vigo- hartos de la mediocre y anticuada oferta musical de los bares de la ciudad, empezaron a reunirse en el pub Angara, atraídos por ser el único local que entonces se atrevía a pinchar new wave, a cargo del DJ Alberto Dotras. Allí se escuchaba la mejor new wave, especialmente la británica y americana, pero también se podían escuchar las primeras maquetas de grupos locales como Mari Cruz Soriano y los que arreglan su piano, cuyo tema tecno-punk "Las tetas de mi novia" fue la sensación caótica más reveladora de la revolución cultural que se avecinaba.
Mari Cruz Soriano y los que arreglan su piano cambió su nombre por el de Siniestro Total, y la caja de ritmos que usaban en sus maquetas por la clásica batería de rock. Siniestro Total estaba entonces formado por German Coppini a la voz, Julian Hernández a la batería, Miguel Costas a la guitarra y Alberto Torrado al bajo. En sus inicios eran antiacadémicos y desafiantes, con una estética que recordaba a la de los británicos Sex Pistols (aunque en realidad muchas de sus primeras canciones eran sensacionales versiones de los Dead Kennedys o del Gruppo Sportivo).
Sus primeras actuaciones tuvieron lugar en el Satchmo, un pequeño club de jazz frecuentado por progres y pseudo-intelectuales que no daban crédito al escuchar canciones frenéticas como "Mata hippies en las Cies", "Las tetas de mi Novia" o "Ayatola no me toques la pirola. Para mayor asombro, los pocos pero desmadrados grupies (definición para los seguidores acérrimos de los grupos locales de la época), bailaban las ingeniosas canciones de Siniestro Total al estilo pogo (desenfrenados choques cuerpo a cuerpo), a la vez que, entre canción y canción, prorrumpían a la banda el grito de "¡Cabrones!", no como insulto sino como una especie de aplauso irreverente que en esa época se convertiría en todo un rasgo de identidad para los grupies. El éxito irresistible de estas sorprendentes actuaciones llevó a los propietarios del Satchmo a cambiar radicalmente el look y la orientación del bar, enfocándolo hacia una estética más moderna.
Durante 1981 y 1982 en el Satchmo se fueron sucediendo múltiples conciertos de grupos de nueva ola vigueses y madrileños, caracterizados por la diversión, el desenfado, la espontaneidad y el afán de ruptura. Aquello era una continua proliferación de bandas de existencia efímera en la mayoría de los casos y con una sorprendente capacidad de transformación (en el caso de Vigo la mayoría eran bandas satélites de Siniestro Total). Así fue como el Satchmo se consolidó como embrión de la movida viguesa.
Musicalmente hablando, fue una etapa insólita que se caracterizó por la convivencia en tolerancia de múltiples y diversos estilos, hasta el punto que acaparó toda la vanguardia musical de la época: punk, pop, tecno, reggae, ska, funk, ... cohesionados en una nueva ola de optimismo creativo. Buen ejemplo es que los grupos de la incipiente movida viguesa no tenían ningún prejuicio en usar cajas de ritmo o rototones electrónicos junto a guitarras eléctricas de los más punki.
A pesar de todo, en Vigo este movimiento continuó siendo minoritario, ya que era menospreciado por una mayoría que, por prejuicios, todavía repudiaba la new wave, especialmente la española. Y sólo cuando Siniestro Total obtuvo repercusión en los medios de comunicación nacionales, comenzó a aumentar considerablemente el número de grupies y adeptos a la new wave en Vigo.
Se derribaron tabúes, y en ese momento German Coppini, cantante de Siniestro Total, dejó la banda para formar, junto al multi-músico Teo Cardalda, un original y sofisticado dúo llamado Golpes Bajos. El gran éxito nacional de crítica y de ventas de Golpes Bajos desató la euforia posmoderna en Vigo. Al poco tiempo, el reducido espacio del Satchmo obligó a sus propietarios a cambiar de local por uno de mayores dimensiones situado en las afueras de Vigo: El Kremlin. El Sachtmo cerró sus puertas en la noche de fin de año de 1982 con un mítico concierto de un nuevo grupo llamado Aerolíneas Federales, integrado por Miguel Costas (también de Siniestro Total) a la guitarra, Silvino al bajo y Flechi a la caja de ritmos y al show en escena.
En menos de un año, en pleno centro de la ciudad se abrieron clubes por doquier ávidos de modernidad, entre los que destacaron El Manco en la calle Lepanto y Ruralex (hoy Vademecwm). Fueron los momentos más exuberantes de la movida viguesa que alcanzó su cenit entre 1983 y 1984 con la generalización de la posmodernidad -movimiento cultural caracterizado por la atención a las formas y la carencia de compromiso social-. Fue una época tremendamente divertida, de total desenfreno, legitimado por la conciencia colectiva de estar haciendo algo grande. Tal fue el desmadre, que como muy bien dijo uno recientemente, quien diga recordar la movida es que no la ha vivido.
Pero la llamada movida comenzó su declive a mediados de los ochenta, cuando advenedizos, periodistas, empresarios y políticos oportunistas corrompieron el espíritu libre y creativo de la movida. La faena se remató a nivel nacional con la inevitable absorción de las compañías discográficas independientes por parte de las multinacionales. A pesar de todo, aún surgieron honrosas bandas como Os Resentidos, liderados por Anton Reixa.
Desde entonces, aunque la vida nocturna en Vigo ha aumentado considerablemente, también lo ha hecho la mediocridad de su oferta cultural y musical. Y casi sin darnos cuenta, el tradicional déficit musical no ha hecho más que volver a crecer como consecuencia del retorno al conservadurismo intelectual. Y en un pis-pas, se mutiló la imaginación individual y colectiva y volvimos a acercarnos al más puro borreguismo; a la cultura de la incultura. Ya lo vaticinaba German Coppini cuando cantaba: "Malos tiempos para la lírica".
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