URSULA
"La Banda Sonora De Mi Funeral"
Foehn Records
(2001)
Texto: Juanma Cantos
Intimismo y complejidad emocional con
mayúsculas. Los gaditanos Úrsula brindan con
su disco de debut una puerta abierta a la
tragedia en la línea más melancólica del
post-rock hispano, una abrumadora descarga de
minimalismo bien entendido que engancha desde
la primera escucha.
Aprovecha una noche de invierno, fría y
nublada, y déjate llevar por una "santa
compaña" de guitarras acústicas, decimonónicos
pianos más vanguardistas que nunca y finas
melodías que llevan la poesía a la música.
Vive un emocionante viaje por el interior de
tu mente que se inicia, junto al mar, como en
un cuento, en "Algunos Acordes",
refleja sus primeras pinceladas psicodélicas
en el piano de "El Principio de Mi
Posible Fin", un catorce de abril, se
expande entre ritmos saturados dejando "Que El Caos Se Apiade De
Mí", culmina entre cascabeles y un
guiño al jazz "después De Atardecer",
atrapa en el recitado y en la incesante
melodía, cargada de velados efectos, de "Arañas" y regresa a la
calma, entre acordeones y armónicas, en
"La Despedida".
Toda una delicia para los oídos que sepan
adentrarse en la esencia de tan majestuoso
caos.
Triste
pero cierto.
Texto: Salvador Catalán
Alguien dijo que la tristeza podía llegar a convertirse en un vicio. En un sentimiento omnipresente que definiera y marcara, para bien y para mal, actitudes, pensamientos y acciones. Por extensión, en un motivo de inspiración, a veces real y sentido, por momentos aparente y concisa mente estético, que, en cualquier caso, disparara el puro y duro mecanismo de la creación.
Desde el primer contacto, canciones y títulos de la ópera prima de los gaditanos URSULA señalan a melancolía y abatimiento como sus motores impulsores. En un principio, fueron prometedoras maquetas encabezadas con títulos de la evidencia de Los peores momentos- con la espléndida Mi llegada abriendo brecha -o Rencores a las tres. Ahora, un bautizo genérico como La banda sonora de mi
funeral no deja el más mínimo resquicio a la duda. Tampoco canciones como El principio de mi posible fin, Que el caos se apiade de mi o Triste pero cierto. Pero, sobre todo, resulta ser su talante musical íntimo y confesional, casi susurrado al oído, el que los emparenta estrechamente con una tristeza tan enigmática y desoladora corno valiosa y cierta.
David Cordero ( voz, guitarra, programaciones, sampler, melódica, acordeón) conoce como nadie las razones de este nacimiento. Pese a su juventud, lleva algunos años liderando y participando en propuestas que se desenvuelven a gusto en este caldo de cultivo que los inevitables catalogadores conectarán a términos como slowcore, slowfi o sadcore. Elige tu mismo. Desde 1998, pasando por distintos formatos y formaciones, URSULA es su primordial canal de expresión, el transmisor de una labor compositiva que igual se nutre de algunos de los más brillantes estantes del escaparate alternativo internacional, algunos de ellos ya desaparecidos, -Arab Strap, Bedhead, Drunk, o nacional- sin duda, los espléndidos Migala -, que alenta subrepticiamente una arrebatada pasión por el jazz donde nombres de la talla de Bill Evans, John Coltrane o David S. Ware monopolizan obsesivamente su interés. Cristo Ramírez (bajo, guitarra, voz), Raúl Raja (guitarra, melódica, programaciones) y Ben Montoya (slide, piano, guitarra, teclado, armónica) han compartido con David horas de dudas y decisiones delante de la pantalla de un ordenador para dar molde y contenido a estas ocho canciones. En ellas, han indagado en territorios situados en el cruce analógico -digital donde se entrecruza la textura cálida de una melódica con la, a priori, neutra técnica y extensas posibilidades de un programa de sonido.
El resultado se establece sobre un ciclo vital que arranca con el principio de un inevitable fin, discurre sobre un atardecer, triste pero cierto, y se cierra con la tan necesaria despedida. Su banda sonora explica el gusto de URSULA por la introspección
y el intimismo, anteponiendo la insinuación a la evidencia mediante reposados crescendos, densos recitados, historias de amargo regusto sin final feliz, voces rayanas en el murmullo, minimalismo instrumental enemigo de oídos impacientes, y velados samplers tras los cuales se oculta el tándem Coltrane/Rashied Ali. Todo ello puesto al servicio de una óptica reflexiva, también turbadora, que indaga en la oculta belleza de aquella primeriza tristeza inspiradora. En La banda sonora de mi
funeral se materializan sus iniciales resultados con carácter de obra sólida y emocionante, repleta de ansias de crecimiento. y en ello están.
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