CIBELLE
"Cibelle"
Ziriguiboom
(2004)
Texto: Antu Martínez Ariza
Lo que hace de Brasil un país musical es que es capaz de dar cabida a gran cantidad de artistas que poco tienen que ver entre sí pero que conforman una identidad cultural propia en la que, de uno u otro modo, unos se influyen a otros. Quizás sea por eso que de vez en cuando, y sobre todo últimamente, nos llegan artistas brasileños que no dejan de sorprender con sus propuestas. Con sólo 25 añitos, Cibelle se perfila como una de las apuestas brasileñas más importantes en la escena musical. De la mano de Ziriguiboom y apadrinada por el malogrado Suba, para el que ponía voces en su Sao Paulo Confessions, Cibelle se atreve con un disco en solitario donde demuestra que la música brasileña no pierde identidad propia por acercarse a las vanguardias y dar cabida a los más diferentes estilos.
En su primer trabajo, Cibelle se acerca a sonidos acústicos dentro de una estética sonora propiamente electrónica, o lo que es lo mismo, utiliza efectos y samplers sin prescindir de los músicos, para dar forma a un trabajo que deambula entre los medios tiempos y las baladas, cercano a Zuco103, por ejemplo, pero más intimista, o a Bebel Gilberto, pero más moderno, más actual. Como suele ocurrir en este tipo de artistas las etiquetas se le quedan pequeñas, y aunque ‘Hate’, pueda incluirse dentro de lo que se ha denominado Nova Bossa Nova, ‘Waiting’, por ejemplo, huye de esa categoría y se acerca más a un jazz actual, mientras que ‘Luisas’ (qué alguien me explique que pinta esta canción en un disco, por lo demás, estupendo) recuerda a Britney Spears.
El resultado general es un disco muy completo, para escuchar muchas veces en distintas situaciones, siempre con la idea de ir a disfrutarlo. Muy brasileño cuando conviene (So sei viver no samba), con medios tiempos a tres por cuatro (Waiting, una canción para escuchar una y otra vez), arreglos electrónicos por todas partes (Train), baladas tristes en las que la voz de Cibelle reina de modo absoluto (I’ll be), temas de base inconfundiblemente jazz (Inútil paisagem), y para compensar este intimismo y bailar un poco, una samba como No prego. También guarda un sorpresa, uno de estos extra tracks que suenan media hora después de haber acabado el último tema y que el lector no marca, un tema de jazz años cuarenta, grabado con sonido de maqueta y francamente divertido.
En definitiva, se trata de la presentación de una artista que tendrá mucho que decir en los próximos años y a la que habrá que estar especialmente atentos. La penúltima prueba de que la música brasileña es mucho más que bossa nova y que goza de una salud que ya quisiéramos a este lado del Atlántico.
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