Texto y fotos: Juan Jesús García
Cassandra Wilson: glamour y prisa
La diva del jazz contemporáneo pasó rauda por el Festival de Jazz. En una hora y cuarto, eliminando incluso temas del programa, la cantautora de Missisippi dio por completado su concierto. Y si añadimos que tardó quince minutos en salir y se fue una rato antes que su gente, pues no cantó ni la hora. Suficiente para presentar su grammyzado 'Loverly' y punto. Casi todo el material partencia a ese cedé 'Loverly', incluso el humano, aunque el pianista del estudio fuese el Jason Moran que escuchamos (poco) la noche anterior en pleno 'efecto 1925'.
Fue recibida por una sintonía que fue oscilando desde el húmedo blues del bayou perfecto para series como True Blood, hacia un perfil de duna de secano, abriendo paso a un 'Caravan' de Duke Ellington lleno de exotismo; sería la primera de las citas ajenas que hizo, a su manera, como nos tiene acostumbrados, más bien deconstrucciones radicales que luego arma con otra arquitectura absolutamente personal, como sucedería acto seguido con el célebre 'Orfeo negro', irreconocible y completamente vacío de referencias geográficas. Audacia de la casa, pero menos, en una dama acostumbrada a saltar con red de trenzado fino que termina siendo un cómodo seguro de vida.
Con esta cantante sucede como con Joni Mitchell, que admirándose todo lo que hace, no se siente la necesidad emocional de escuchar sus discos más que ocasionalmente: hay un algo distante, un glamour 'cool' que frena el flechazo instantáneo. Y si en directo cada pieza parece un 'tema' trance digno del festival de Woodstock, con un principio definido pero finales innecesariamente infinitos, se desdibuja un tanto la conexión con el público.
Sus acompañantes resultan un grupo de alta fidelidad, exactos, encajados, climáticos... y fueron dirigidos desde la guitarra por Marvin Sewell, protagonista con el bottleneck (también ese peculiar arrastre vocal de la diva ayuda) de los matices eminentemente sureños de la noche. Tras unos pasajes swingeantes ('A sleeping bee' y 'Lover come back to me'), la revisión del veterano 'St. James Infirmary', con un groove casi de funk y, sobre todo, un rotundo blues de cuello de botella reviviendo un clásico del anciano Charley Patton, el 'Stone Pony Blues', reordenaron el concierto hacia lo concreto en beneficio de todos.
Con su voz grave, de contralto, y ese fraseo misteriosamente oscuro y mate, Cassandra Wilson trae a la memoria a Betty Carter o Nina Simone; es arena negra que lija y descama, que proporciona aspereza y un sugestivo erotismo a los tiempos lentos, como la mencionada pieza de esa célebre película, el baladón a tumba abierta 'Something so right', o ese 'Harvest moon' de Neil Young que, ¡ay!, esquivó ya que iba pasada de tiempo. Curiosamente su actuación terminó de una manera muy Beatle, con el mismo 'Till There Was You' que también reutilizaran los Fab Four en sus comienzos, y luego con un estándarazo de Lennon y cía del calibre de 'Blackbird', más negro y alado que nunca. Y se fue volando, dejando ganas, o necesidad, o ansiedad de más.
El Glamour llegó a Granada con Cassandra Wilson
La diva del jazz contemporáneo pasó por el XXX Festival de jazz de Granada para presentar sus dos nuevos discos, el que reúne sus intervenciones menores en el pop y el rock a lo largo de su carrera, un entresacado canción a canción que completa su poliédrica personalidad, y el 'Loverly' que se hizo acreedor del premio Grammy 2009 (el tercero que recibe). Un resumen de ambos discos fue el programa de su concierto granadino.
Sin duda es una voz de cabecera de la actual escena jazzística, pues a sus 55 años ha sido señalada por la revista Times como la mejor voz americana de este siglo, y se encuentra en un momento de dorada plenitud artística y comercial, algo que se pudo comprobar anoche en el teatro Isabel la Católica: la cantante de Missisippi había vendido hacía un mes todas las entradas y consiguió, con su misticismo hippie de lujo y esa voz grave y hasta erótica, de una rica y amplia gama expresiva, arrebatar al público desde el primer momento de su actuación. Ha sido el concierto más deseado, por el glamour del personaje, de la presente edición de la muestra granadina. El Festival de Jazz de Granada está organizado por la Junta de Andalucía junto con la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de la ciudad, contando con el patrocinio de la empresa Cervezas Alhambra.
En una hora y cuarenta y cinco monitos exactos, la cantante estadounidense dio mucho de sí en el festival granadino. Semideslcaza y con cadenciosos movimientos bamboleantes, animó, siguió, jaleó y acompañó a sus músicos en sus evoluciones, que fueron muchas, porque se sabía cuando comenzaban los temas pero no necesariamente cuándo, ni por qué, debían acabar. Planteamiento abierto que contaba con un repertorio cerrado y fijo de gira, un programa salpicado de versiones, una especialidad de ella, que se dejó escuchar con un 'Caravan' ellingtoniano nada más llegar y un doblete Beatles con 'Till there was you y Blakbird para terminar. Por razones de tiempo no revisó su hermosa adaptación del 'Harvest Moon' de Neil Young, pero sí dos clasicazos del blues de todos los tiempos, un neto 'Pony blues' de Charly Paton corado a navaja slide y el veterano 'S. James Infirmary' casi a ritmo funk. También fue complicado darse cuenta de que 'Black orpheus' era el el 'Orfeo negro' de Luis Bonfa de toda la vida, completamente desubicado y nada tropical. Pero esta cantante de voz áspera, profunda y casi masculina, cercana a las de Betty Cater o Nina Simone, es arena negra que proporciona aspereza y un sugestivo erotismo a los tiempos lentos, como la mencionada pieza de esa célebre película. Con un fondo de ritmo blues de los pantanoso llegó y con otro similar se despidió, dejando a su acompañantes la labor tanto de darle la bienvenida como de despedirla. Y como corresponde a una diva de talla USA, no se volvió a asomar por más que el público se lo pidiera. Para entonces ya estaba en su camerino rodeada de las velas que enciende siempre que actúa para conjurar los malos espíritus.
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