Texto y fotos: Juan Jesús García
Eddie Gómez, un Grammy en caliente
El sábado 7 de noviembre por la noche, el histórico bajista Eddie Gómez inauguró el Festival de Jazz de Granada. Lo lógico era que hubiese estado en Las Vegas como nominado a los premios Grammy Latinos, ya saben todo allí nerviosos y saliendo por la tele, 'and the winner is...' y todo eso, pero él volaba hacia Granada para tocar, que es lo más importante para un músico. Según comentó, nada más bajar del avión que le traía desde Nueva recibía un mensaje en su móvil anunciándole que se lo acababan de conceder, "el primero a mi nombre" dijo en el concierto, aunque su bajo suena en no menos de una decena de discos que han obtenido ese galardón.
El contrabajista puertorriqueño dio en la primera noche grande del Festival de jazz un auténtico concierto de jazz, que no es ninguna redundancia sino la constatación de una realidad ya que ahora en es término cabe todo y a veces conviene volver a las fuentes. Y el público, al que le faltaron un centenar de personas para completar el teatro lo sabía puesto que muchos de los que fueron a escuchar a Gómez no lo pensaban hacer con Richard Bona. El veterano bajista dio una gran lección de contención y saber estar, algo que parece propio del instrumento que toca, al que se le supone tan discreto, servicial y confidente que imprime carácter, pero no siempre sucede: véase Bona. Una sensación musical de naturalidad acentuada por la humildad, la calidez educada y el agradecimiento en sus intervenciones, tan generoso hacia la ciudad que elogió el entorno, el teatro, a su público y, hasta sacando una lista de papel, a todos los que algo habían tenido que ver con su concierto, incluidos regidores o técnicos de sonidos y luces, toda esa gente de la sala de máquinas de un festival de los que nadie se acuerda nunca. En casi cuarenta años de oficio, el arriba firmante no ha visto nada igual.
Fiel a su amigos y compañeros, en Granada presentó al pianista sueco Stefan Karlson, y cuando Gómez se refiere e presentarlo, no se conforma con decir su nombre, se trata de tocar sus temas, elogiarlo y hasta promocionar la venta de sus discos en el hall. Al otro lado del escenario un titánico Billy Hart, que a pesar de estar ya rozando la setentona demostró que tuvo, retuvo, tiene y tendrá, y si se miden los decibelios el concierto fue casi suyo entero puesto que rozó la denuncia a la sociedad protectora de instrumentos. Pero si intentó asesinar la caja en varias ocasiones, nada mejor que ver su juego de muñecas molineando por los platos, la calidez con las mazas y el subrayado exquisito de la escobillas para tener la evidencia de que sigue siendo uno de los mejores bateristas del mundo. El pianista Karlson es sueco, y algo debe tener su origen en la discreción y escaso afán de notoriedad con que lo tocaba todo, en todo tiempo, perfil y con ambas manos pero sin recabar ningún foco para él solo; y Gómez, matizando colores a la vez que canturreaba las notas por el mástil (con preferencia por la aparte baja, donde es un clásico), ejerció su magisterio casi de gregario de lujo repartiendo juego a ambos lados sin quedarse con las cartas.
El programa que traían estaba preparado con temas propiedad del pianista, estándares y tan sólo una aportación del líder, una sentida pieza inspirada por el fallecimiento de su padre donde sacó una enorme emotividad con el arco. La parte más animosa llegó con el 'Blues for Gwenn' de Mc Coy Tyner y una veloz e inquietante pieza propia denominada 'Palermo', tan desasosegante como si hubiesen conocido a Roberto Saviano. Prometieron que la próxima vez tendrían una pieza dedicada a la ciudad. En el apartado histórico estuvo el recuerdo a sus años con Bill Evans con una evanescente 'We will meet Again' mientras, que terminaron enmarcando la noche a golpe de estandarazo 'Green dolphin street' para empezar y 'My Foolish Heart' como bis final, antes de sacar a pasear su Grammy por Granada.
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