Texto: Óscar Claverías
Fotos: Hugo Lima / paredesdecoura.com
Paredes de Coura, día 1
El inicio del concierto de Patrick Wolf no fue particularmente auspicioso. Los diez minutos de retraso parecieron durar el doble, con una multitud impaciente que rellenaba un muy concurrido Escenario y que no tardó en silbar para que el cantautor británico llegase.
Cuando Wolf por último entró en escenario, los aplausos tampoco tardaron, pero desgraciadamente el mal sonido desprestigio la actuación del artista. Sólo en los momentos finales el sonido fue aceptable.
Acompañado por cuatro músicos (bajista, violinista, batería y manipulador de programaciones electrónicas), el cabeza de cartel del primer día del festival se presentó con una imagen andrógina y obtusa. Con ropa negra y blanca, Wolf dio seguimiento a un arranque de canciones templadas.
Durante cerca de media hora, el espectáculo no fue muy convincente, pero a mitad de la actuación todo cambió. A partir de "The Libertine", huracán con sabor celta y una de las mejores (y más antiguas) canciones del músico, el concierto ganó otra intensidad. Esta se mantuvo en "The Bachelor", tema-título del su cuarto y nuevo disco, para lo cual Wolf creyó bien calzar unos zapatos de tacón alto.
Los cambios de ropa no se quedaron aquí, ya que en el soberbio devaneo punk de "Battle" apareció Wolf sólo con boxers y una minúscula camiseta de tirantes.
La euforia se mantuvo en el tema siguiente, "Hard Times", uno de los puntos altos del nuevo disco y también de la actuación donde Wolf combinó una vez más su óptima voz con un violín enfurecido. El adorno visual elegido fueron plumas negras, para reforzar la teatralidad de uno espectáculo donde, felizmente, la canción no quedó a la sombra de la imagen.
En momentos anteriores, dedicó "Who Will" a todos los que no tienen "amor, sexo e intimidad". Hizo todavía uno breve pasaje por "Gigantic", una de las más emblemáticas canciones de los Pixies, acompañado por una guitarra eléctrica- uno de los muchos instrumentos que tocó, a parte del violín, órgano o ukelele.
Después de más de una hora el artista cerro su participación con el tema "The Magic Position", single de pop y elección acertada para cerrar una actuación bipolar, aunque entusiasta.
Dentro de las primeras actuaciones de este primer dia, Sean Riley and TheSlowriders presentaron el folk, blues y country alternativo de "Only Time Will Tell", el nuevo disco de la banda de Coimbra. Ambientes semejantes marcaron la actuación de los tejanos The Strange Boys, que a pesar de alguna redundancia y de una voz limitada también fueron bien recibidos por una considerable multitud.
Paredes de Coura, día 2
"Tonight: Franz Ferdinand" es el título del nuevo álbum de los Franz. La banda escocesa actuó en el segundo día del festival, haciendo un recorrido por sus tres discos y conectando con el público desde el primer momento.
Con una envidiable colección de singles - y canciones que no lo son pero parecen -, el cuarteto arrancó rápido con "The Dark of the Matinéey siguió con una, no tan esencial, pero aún así eficaz "No You Girls", del nuevo álbum, qué en delante casi nunca desaceleró.
Utilizar una expresión como "incendiaria" para describir la reacción del público con el tema "This Fire" sería un juego de palabras obvio pero es casi inevitable, ya que sería difícil encontrar una palabra más adecuada para el entusiasmo notorio de muchos espectadores. "You Want To" o "Take Me Oct" surgieron casi el mismo efecto, y sólo más al final, con "40' " y "The Outsiders", los ánimos empezaron a enfriarse. Ambas presentadas en versiones (demasiado) largas y con un ritmo menos frenético que las anteriores.
Fue durante la segunda parte de su actuación donde la electrónica se impuso a las guitarras,
con 15.000 almas que no pararon de mover el esqueleto.
Mucho antes de los Franz Ferdinand, el Escenario Nokia acogió la actuación de los australianos The Temper Trap. Destilaron simpatía tanto en las canciones como en la actitud.
El quinteto neoyorkino The Pains of Being Pure at Heart cerraron las actuaciones de la tarde con una música cercana a las bases guitarreras de los Jesus and Mary chains y con influencias de los Smiths. En pocas palabras, rock en estado puro.
Más negros y claustrofóbicos, los británicos The Horrors entraron en escena cuando la noche también se fue instalando y los adeptos a su rock gótico envolvente habían rellenado todo el anfiteatro natural del Escenario Nokia. Igualmente concurrida, la actuación de sus paisanos Supergrass con su britpop y reminiscencias glam.
Paredes de Coura, día 3
Después de tres conciertos en Lisboa, hace dos años, los norteamericanos Nine Inch Nails regresaron ayer Portugal, al Festival Paredes de Coura. El proyecto de Trent Reznor era uno de los más esperados del cartel, ya que este sería una de sus últimas actuaciones. Y también por ello, prometía quedar en la memoria de algunos de los miles de espectadores que lo habían visto.
Al inicio de la tarde eran ya muchos los que, a pesar del fuerte calor, insistían en usar camisetas negras. Y gran parte de ellas tenían en común el logotipo, nada menos que el de los Nine Inch Nails - con la abreviatura del nombre del proyecto, "NIN", en letras blancas.
No está fuera de lo común ver espectadores con camisetas de bandas en festivales, pero en este caso fue prácticamente una tendencia y algo que no ocurrió en los días anteriores del festival- y no habrá sido por falta de artistas carismáticos. Pero el culto alrededor de los Nine Inch Nails en Portugal perdura hace muchos años y el concierto funcionó como congregación para adeptos de todas las edades - y gustos musicales, desde devotos del metal a seguidores de la electrónica más experimental o de indie rock.
Esa heterogeneidad no sorprende teniendo en cuenta la diversidad sonora de los Nine Inch Nails, que ayer fue bien evidente - para lo mejor y para el peor. Los momentos consensuales fueron casi siempre los más pujantes, con alardes de tensión industrial como "Wish", "Gave Up", "Burn", "Head Like the Hole" o el gigantesco "Sin" - todos clásicos del género y cantados por una considerable multitud de espectadores.
A lo largo de una hora y cuarenta, Reznor y los sus tres músicos mostraron porque son una de las referencias obligatorias del rock del as últimas décadas. Dedicados y coherentes, envolventes tanto en las ráfagas sónicas como en los momentos más tranquilos y cinemáticos.
A modo de resumen, estuvieron soberbios, íntegros y entregados a su legión de incondicionales.
Peaches, Blood Red Shoes o Kap Bambino marcaron también el tercer día del festival:
En el concierto anterior al de los Nine Inch Nails, Peaches presentó el nuevo disco, "I Feel Cream", donde las canciones no fueron propiamente el elemento central del espectáculo. Y menos mal, porque su mixto de riffs de guitarra y programaciones electrónicas se revela agotador al fin de cuatro o cinco temas.
Y como la artista canadiense es capaz de saber de eso, apuesta por una performance excéntrica que empieza en el guardarropa - va de la ropa interior negra al albornoz y toalla en la cabeza - y continúa con muchas maniobras. Gran parte de los espectadores se divirtió y muchos obedecieron a la maestra de ceremonias cuando esta pidió para todos se quitasen las camisetas (habrá sido una provocación a los fans de los Nine Inch Nails?).
Sin tanta excentricidad, pero musicalmente mucho más seguros, los londinenses Blood Red Shoes no necesitaron más que de voces, batería y guitarra para ofrecer, al inicio de la noche, uno de los conciertos más vibrantes del festival. Simpáticos y humildes, proporcionaron una deliciosa e imponente sucesión de canciones, reforzando el ya considerable culto que despiertan por tierras portuguesas.
Paredes de Coura, día 4
Después de cuatro días de música, la 17ª edición del Festival Paredes de Coura terminó ayer a la orilla de la explosión. La culpa fue de los suecos The Hives, que se esforzaron para que su concierto dejara buenos recuerdos entre los asistentes.
Todavía el concierto de los Hives no iba por la mitad cuando Pelle Almqvist, el vocalista del quinteto sueco, dejó un aviso a los espectadores del anfiteatro natural de Paredes de Coura, cuando dijo algo como: "De aquí la tres canciones voy a soltar fuego por la boca e incineraré a la mitad del público". Felizmente, y para la tranquilidad de muchas asistentes, no llegó a concretar el acto.
La adrenalina se propagó como una epidemia durante la hora y media de actuación, dominada por puro rock que tuvo en "Walk Idiot Walk", "Hate]to Say I Told You So" o en la irresistible "It Won't Be Long" algunos de los mayores momentos. Sólo "Diabolic Scheme", bella canción de vértigo y desencanto, frenó un poco los ánimos, pero mostró que los Hives también pueden funcionar bien con un registro más pausado.
Cerca del final, Almqvist dijo que quería que el concierto fuese literalmente explosivo - "Colocámos dinamita por todo el recinto", amenazó. Una vez más la amenaza no se confirmó, pero hubo una intensidad casi comparable en "Tick Tick Boom" (con innúmerables palmas acompañando el tema) o en la interminable "Return The Favour", que tuvo la banda que ampliar ante el fervor del público Y así se hace un efervescente concierto rock (sin llegar a incinerar alguien).
El último día del festival no vivió, sin embargo, sólo del carisma de los Hives:
Después de liderar una de las bandas británicas más carismáticas de la década de 90 (los Pulp), Jarvis Cocker editó en los últimos años dos álbumes. Ninguno con una gran explosión mediática, pero no es por ello que el cantante deja de tener seguidores. Y su concierto ayudó a percibir porque continúa siendo el blanco de atención: las canciones, sin ser excepcionales, consiguieron imprimir versatilidad a un inicio irregular (convincente en los momentos más incisivos).
Antes, poco después de la noche haber caido, llegaron también The Howling Bells. El grupo australiano, además de ganar fácilmente el título de banda más fotogénica del festival, dejó claro que es más que un cuarteto de niños y niña guapos.
Por lo contrario, sus canciones, aunque irradien belleza, no tienen miedo de entrar por dominios más nebulosos - pequeñas perlas atmosféricas como "Cities Burning Down" o "Treasure Hunt".
Además de una bella voz, Juanita Stein exhibió una simpatía que llevó la que, poco a poco, The Howling Bells fuesen conquistando adeptos entre un público inicialmente algo distante. El grupo no llegó a generar reacciones tan fuertes como las de The Hives, aunque el interés acrecentó entre sus seguidores.
Según la organización, a lo largo de los cuatro días de festival, pasaron por el recinto cerca de 23 mil espectadores.
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