Texto y fotos: Juan Jesús García
Gary Moore: 'Air guitar' de cuerpo presente
Como no podía ser de otra manera en un músico que 'agota el papel' allá donde va, Gary Moore llenó (sin apreturas, eso sí) la carpa del Tabaco Blues 2009. Algo más de 2000 personas se desplazaron a Belicena donde el irlandés se estrenaba por aquí. No defraudó las expectativas, ni las musicales ni tampoco las personales derivadas de su borrascoso carácter.
Como está ocurriendo en muchos festivales los cabezas de cartel ocupan el lugar de los teloneros para irse pronto a casa, y así Otis Taylor y Moore tocaron a primera hora dejando la madrugada para los brillantes The Funk On Me (reencarnación funk de Robert Plant) y El Trío del Saco. En el caso del de Chicago se esperaba que acudiese con el banjo, pero optó por las guitarras para su set, solo y sentado confortablemente. Casi tan cerca del folk afroamericano como del blues tabernario, su actuación, de poco más de media hora, fue repetitiva hasta el trance e impulsiva (con un rasgueo básico y enérgico que traía a la memoria al gran Ritchie Havens), descolocando a un público poco acostumbrado a que se inviertan los tiempos. "¡menudo telonero!" pensaron, y dijeron, algunos.
Lo de Gary Moore fue una barbaridad, en toda la extensión de la palabra. El de Belfast realizó toda un exhibición de todo lo que se puede hace con una Gibson color peseta. Con un ataque duro y un volumen altísimo dio una apabullante exhibición de digitación supersónica: todo lo que tenía de feeling Taylor, lo gasta Moore de técnica, y no hay viceversa. Sin embargo tras una aparición imponente, una vez escuchado que su rapidez es tanta que pude sonar continuo como un teclado, o que es capaz de mantener una nota semanas enteras, su concierto fue perdiendo mordiente y cayendo en la redundancia, de altísimo nivel eso sí, pero encogiendo su capacidad de excitación: perfecto para hacer 'air guitar' (en ello estaban decenas de practicantes del onanismo guitarrero).
Le gusta Albert ('Pretty Woman', con la que abrió) y mucho Peter Green, a quien homenajeó con un medley sobre el 'Oh well'; casualidades de la vida curiosamente el de Fleetwood Mac fue el responsable del primer éxito de Santana, cuyas punzantes notas sostenidas han sido a su vez, cerrando el círculo, la base de canciones tan populares del irlandés como 'Parisienne Walkways' (con la que finalizó abruptamente) o Still Got The Blues, de cuya interpretación privó al respetable por (casi) bajarse del escenario a pelearse con un espectador en la mayor macarrada de billar que uno presenciado nunca.
Y es que si es fuerte tocando, no menor duro es su carácter: Impidió fumar al público cercano (¡en el tabaco blues! ), obstaculizó todo lo posible el trabajo de la prensa gráfica para ocultar su rostro marcado por una cicatriz, y por último cortó su concierto y se largó entre iracundos "fuck you" cuando tiraron algo al escenario. Un final nada elegante, injusto para el público e impropio de su estatus que dejó muy mal sabor de boca en la platea.
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