Texto y fotos: Juan Jesús García
Living Colour: Ladridos del perro negro
Poder tener a Vernon Reid a unos metros era algo con lo que soñar si se es guitarrista, o aprendiz. Así ante Living Colour había una cierto reparto de sitios: los guitarristas a la izquierda del escenario, y los bajistas a la derecha, ante Doug Wimbish, cada uno más cerca de sus maestros y todos asombrados con Corey Glover y Will Calhoun. Dos horas y media después, los casi tres cuartos de sala Tren no habían salido de su asombro.
Probablemente con las actuaciones de Devil's Slingshot (Tony Macalpine) y el guitarrista vietnamita Nguyên Lêe, el de Living Colour haya sido el concierto más hipertécnico que se ha podido escuchar en la sala granadina. Y hablando de volumen, 18 horas después al abajo firmante todavía le pitan los oídos.
Cuando se habla de tríos como unidad mínima e indivisible del rock no se refiere nadie a grupos como Living Colour, porque a su nivel estratosférico añaden todo el catalogo tecnológico existente para cada instrumento y suenan como un ejercito, así Vernon Reid gobernaba sus guitarras con más aparatos que la sala de control de una central nuclear y bajista o batería no le iban a la zaga. Y para divertirse (y astutamente llenar los tiempos muertos), un doberman de bote no paraba de ladrar.
Su concierto da para una tesis doctoral, abordar ese 'crossover altísimosonante', donde punzantes riffs se revuelven con esas muñecas-biela del funk, donde hay blues, reggae, gospel, rock, punk, soul, drumm & bass... es tarea ciclópea. Entre el brutal ataque de 'Desperate people' o de su mítico 'Cult of Personality' y el hipercinético 'clashico' 'Should I Stay or Should I go' final, pasó de todo, y salvo sus legendarias imitaciones hendrixianas, rindieron pleitesía a la historia del rock, blanco y negro. Y lo hacen bajo su autoría o con guiños, sea ese 'Papa Was a Rollin' Stone' de Temptations con el que abrieron su simpática 'Glamour boys', lo más pop de la noche, o citando, juraría que a Godfathers y su 'Birth, School, Work, Dead'.
Junto a las digitaciones selenitas de Reid encontramos bajos que suenan como guitarras, una voz con tanta fuerza como feeling y capaz de unos agudos imposibles, o un batería que saca chispas de su octopad... formando un equipo de precisión nanométrica y al que se le nota disfrutar en el escenario como si no fuera con ellos.
Aunque la mayor parte del material fuera de la primera etapa del grupo en los noventa ('Middle Man', 'Auslander', 'Type', 'Love Rears it's Ugly Head', 'Pride'...) nadie puede hablar de continuismo ya que sonaron completamente rehechas a la luz de la tecnología galopante y de una mentalidad filojazzística que obliga a no hacer dos noches iguales: sirva de comparación lo escuchado con lo grabado en su reciente directo parisino para comprobar cómo se manejan al filo de lo imposible sin cortarse. "El grupo que me hubiera gustado tener si supiera tocar" dijo un guitarrista ¡con más de veinte años de oficio! Máquinas.
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