Texto y fotos: Juan Jesús García
El Puchero del Hortelano: Dieta mediterránea
Venían de dejar en la puerta a centenares de personas en Madrid y Barcelona (donde vendieron 1500 entradas), y en Granada ocurrió lo mismo. La sala Tren se quedó pequeña ya que varios días antes del concierto ya habían 'vendido todo el papel'. "Teníamos que haber hecho dos noches" decía Antonio Arcos en el camerino "pero no nos ha dado tiempo a organizarlo". Esta cosas ocurren cuando se han descargado tu disco en la Web (a día de ayer) casi 110.000 veces y has despachado físicamente varios miles más. El Puchero, sin ningún ruido mediático y desde la independencia más absoluta, (que lo suyo sí que es alternativo y no el pop de clase media- alta y sus voceros), tiene un público que empieza a ser muy numeroso en toda la península, y que además forma una piña con el grupo: tuvieron que imperativamente hacer tres bises.
Habían repartido centenares de claveles rojos a las damas y regalaron de paso una actuación no prevista: la de la Flamenco Small Band del solicitadísimo arreglista Diego Guerrero, todo un lujo solicitado por gente como Paco de Lucía, Jorge Pardo o Jerry González para sus cosas. Y nada más salir los pucheranos tuvieron que lanzar decenas de botellas de agua al respetable para refrescar el ambiente ¡en el día más frío del año! Pero es que la Tren fue un hervidero de cuerpos y palmas.
Muy atrás han quedado aquellas referencias de salida (pongamos que hablamos de Albert Pla), cuatro discos después El Puchero del Hortelano se han liberado de servidumbres y tiene un espacio propio en un panorama, el del flamenquito ligero y mezclado, que anda tan frecuentado como la salida de Maracena a las tres de la tarde. Tiene este grupo un sano espíritu de juerguecilla que le es tan natural como la tapa a la cañita de mediodía, el tomate con su aceite de oliva o el ajo al gazpacho; pura dieta mediterránea. Manejan un concepto de la música popular andaluza que les brota de dentro, y que aliñan con arte, gracejo y reflexiones domésticas infrecuentes en el pop: elogio del ritmo lento, de las meteduras de pata, de la vida saludable, la gente sana, los amigos leales y los asuntos de dos (o más) con un punto de vista que aplaudiría la ministra Aido. Positivismo contagioso a ritmo de bulerías, tanguillos, latin, sevillanas, alegrías... y con un vitaminado común denominador roquero.
También es historia la endeblez escénica de antaño, Arcos es se ha desatado como un comunicador, sentido, creíble, confiable y con una voz rota cuyos trozos maneja a placer; la percusión de tracción manual (ahora doblada) resulta rica y enérgica, el añadido del saxo amplia la paleta de colores y Patricia Ramos es todo un hallazgo, ya que suena flamenca cuando quiere y hasta country si se lo propone.
Con ellos estuvieron invitados el inclasificable Chico Ocaña echándose unos 'Campanilleros' de caerse (literalmente) y la bailaora Ana Cali. Se echó de menos la alegría de Maui (que sí estuvo en Barcelona) en las segundas voces, pero aparecerá en el DVD en directo, como el Lichis que también les acompañó en Madrid.
Como toda juerguecilla que se precie -que hay que recordar que este grupo nació de fiesta en un piso de estudiantes- terminaron por bulerías, todos en el escenario y todos debajo del él, que allí no se movió nadie (tampoco podían) pasadas las dos y media de la mañana; y si no hubo cuarto bis fue por que dolían ya las palmas de las manos de tanto chocarlas. Excelencia andaluza sin Junta ni 'na'.
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