Texto y fotos: Juan Jesús García


Canteca de Macao: Arte y redundancia

Los madrileños en nada de tiempo han pasado, como orgullosamente se escribe de ellos, de tocar en la calle a recorrer medio mundo. Sin casi más promoción que el boca oreja el año pasado vendieron más de mil entradas en su concierto granadino en una temporada exponencial, ahora ha llegado la calma y la mitad de aquellos (o aquellas, que no hay otro grupo con tanto predicamento en el público femenino) acudieron a la nueva Industrial Copera (nuevos equipo, luces, decoración...) para seguir su 'Camino de la vida entera'.

Los Canteca se ajustan como guante al estereotipo del grupo de mestizaje ibérico y lo que ellos llaman 'reaggae rumbaska por bulerías' tiene algo también de son y arranques de punk y swing, tampoco nada muy especial en este sector; sin embargo encuentran su espacio con muy letras reivindicativas muy cuidadas, el omnipresente sonido de la traversera solista, la motorización rítmica y su tendencia a los largos desarrollos instrumentales casi de apariencia jazzística.

Con casi medio millón de descargas por internet de su primer disco y las incontables del segundo -una situación inédita para una compañía multinacional que tiene que convivir con las bajadas gratis desde su web- Canteca apuestan netamente por su difusión en directo, un buen directo, con arte y mucha solvencia instrumental, a lo que hay que añadir los carismas de su vocalista-agitadora Ana y el del guitarrista y segunda voz Chiki, ambos en la proa comunicativa del grupo.

El revoltillo de tanguillos, ska, milongas, rumbas, bulerías y lo que les echen lo tiene muy rodado y no se notan las costuras, soportando un intencionado mensaje, que en números como 'Bella', su particular 'Libre te quiero' del filósofo Agustín García Calvo (no es pedantería: ellos citan a Hegel y Nietzsche sin pudor) salpican con memorables proclamas del tipo "no puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía", absolutamente letales y compartidas por su audiencia. Fiesta y conciencia, arte y redundancia a cuatro partes iguales, y tan exportables como los delantales de faralaes. Eso sí: tremendos para sacarle brillo al suelo.